Una puerta de madera minuciosamente cortada da la bienvenida a El Torreó de l´Indià, un restaurante de planta baja y levantado al lado de un exclusivo complejo hotel de cinco estrellas que recuerda sus orígenes. Villa Retiro –así se llama el complejo hotelero– conserva el nombre de la lujosa mansión modernista con toques coloniales que, según parece, culminó el arquitecto Josep Fontserréen 1892 por encargo de Jaume Martí, un hombre natural de la zona con una gran fortuna amasada en Argentina.
Probablemente igual que entonces, el entorno es una amalgama de vegetación tropical, y el edificio actual, resultado del impulso emprendedor de la familia López, mantiene el espíritu de la época de los indianos mediante diversos detalles. Un ficus centenario que invade el espacio interior, un profundo huevo ovalado y la antigua nevera, cavada hacia el interior de la montaña y hoy en día convertida en bodega, completan el homenaje de los actuales propietarios en la antigua construcción. Villa Retiro abrió en 2006 con la magia de los lugares que tienen toneladas de historia detrás.
El corazón del complejo hotelero es el restaurante, situado donde antes estaban las dependencias de los trabajadores de Jaume Martí y distribuido en dos salones con techo de madera, algunas paredes de mahón y otras estucadas de color ocre. Una sala de estar con sofás se ha habilitado para que las personas alojadas en el hotel y los clientes del restaurante tomen una copa o un café tranquilamente.
La cocina, de 150 m² y con un tren de lavado de 1.200 platos por hora, es suficiente para dar de comer a los 40 comensales que puede acoger el restaurante en una misma comida. La decoración, robusta y básica, presenta dentro del conjunto un punto de modernidad. Básica y moderna: adjetivos que también podrían describir la cocina del chef, Francesc López.
“Hago platos que nacen de los productos de la tierra –afirma -, pero pasados por las técnicas francesas y más actuales, como la esferificación”. Nada raro, si se echa un vistazo a su currículum: estudios en la escuela de hostelería Hofmann de Barcelona y miembro del equipo del cocinero francés Alain Ducasse.
Su atracción por la hostelería le viene de lejos, ya que desde pequeño ha visto nacer y crecer los negocios de restauración que arrancaban sus padres. Mientras estudiaba y trabajaba, ellos, procedentes de la Aldea –cerca de Xerta–, compraban a sus herederos de Martí la casa familiar y ponían en marcha una reforma integral que acogiera una instalación hotelera.
Definido el estilo y tomada la decisión de añadir un restaurante, tocaba concretar qué tipo de cocina se desarrollaría. Y en este punto fue esencial la mano del pequeño de los López: “yo iba convenciendo a mis padres poco a poco de lo que quería. Ellos me escucharon y me dejaron hacer, cosa que tiene mucho mérito”, explica agradecido. Así, cuando con 22 años volvió a casa directamente de Francia, se puso al frente del equipo de cocina de El Torreó de l’Indià, que actualmente consta de siete profesionales encargados, entre otras cosas, para probar las creaciones de Francesc “para tener diversos puntos de vista”.
Además de la carta, Francesc elabora una serie de menús de entre 45 y 58 euros. Disfruta muchísimo -dice- diseñando el Menú Degustació, siete medias raciones que cada mes ponen sobre la mesa toda su capacidad de innovación. Un reconocimiento que motiva En la edición 2010 de la Guia Michelin y solo un cuatrienio después de la inauguración del hotel, Francesc consiguió para El Torreó de l’Indià su primera estrella. Ahora tiene 27 años, pero cuando conoció el veredicto, tenía 25.
Pese a su juventud y el futuro prometedor, el galardón no ha afectado su manera de ver el negocio. “Hemos mantenido –explica– el número de mesas y el precio, porque preferíamos hacer prevalecer la calidad y el buen servicio a la cantidad”. Eso sí, “la estrella aporta motivación extra y un tipo de cliente más gastronómico”, reconoce. Un cliente que le gusta: “Es más exigente, pero no tiene el precio en la cabeza”.Y está muy dispuesto a vivir la experiencia global que le ofrece. El indiano Martí estaría muy contento de comprobar que la familia López ha devuelto el antiguo esplendor a la mansión.
Texto de Eva Cervera