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Esto es una cuestión casi de principios: hay quien prefiere la barra porque es más informal, porque invita a compartir conversación y bebida, porque se come tan bien como sentado en una mesa con mantel blanco pero con un aire más distendido y un punto exclusivo: los platos recién cocinados van directos al comensal. Y esta es precisamente la magia de La Barra del 7 Portes, un pequeño local con terraza en una calle peatonal al lado del Port Vell.
El secreto de esta brasería, sin fogones ni freidoras, es que todos los platos se cocinan en un horno-brasa cerrado que funciona con carbón vegetal y que permite obtener una carne más saludable, más ligera y sabrosa. Más saludable porque, según los responsables del local, los alimentos cocinados con este tipo de brasa, apenas pierden vitaminas ni minerales; más ligera porque la carne se cocina con su propia grasa sin necesidad de añadir aceite; y más sabrosa porque no pierde su sabor, sino que lo potencia sin necesidad de sazonar con salsas u otras especies.
Carpaccio de alcachofa de temporada con trufa negra o el pulpo a feira con trinxat de col de la Cerdanya son toda una declaración de intenciones. Son dos de los platos que hay actualmente en la carta de Floreta, un restaurante que bebe de la tradición y que se inspira en los mejores productos del mercado para sus platos de cuchara. Sentarse a la mesa es todo un placer en este rincón acogedor del barrio de Poble Nou de Barcelona.
¿Es posible gastronomía conceptualmente ambiciosa y en pequeño formato, pero yendo más allá de la simple adoración por el producto? El respeto ciego a las materias primas parecía ser hasta ahora el camino para los establecimientos en la franja más accesible de precios como marchamo de buen hacer y conocimiento del pasado.
Quienes se acerquen por vez primera a La Biblioteca Gourmande es muy posible que antes de conocerla se pregunten: ¿por qué llamar biblioteca a un restaurante? La respuesta, cuando nos la explican, es totalmente lógica. Si en una biblioteca se coleccionan y guardan libros para compartir con los lectores el gozo de su lectura, en un restaurante se hace prácticamente lo mismo con las recetas de siempre, que se atesoran y preparan para disfrutar sus maravillosos sabores con los comensales.
La villa de Llagostera se halla en una situación privilegiada en la comarca del Gironès, junto a la carretera que une Girona con Sant Feliu de Guíxols y otras poblaciones y playas de la Costa Brava, como Santa Cristina d’Aro o, algo más lejos, Palamós. A la salida de la población en dirección a Sta. Cristina, junto a la vía verde en que se ha convertido el trazado de la línea de “carrilet” que unía Girona con Sant Feliu, encontramos una masía del siglo XVII.
No son demasiados los establecimientos dedicados a la restauración en nuestro país que alcanzan el centenario y siguen en la brecha en cuanto al servicio, la calidad y el trato que dispensan a los clientes. Y si cien años ya son una cifra imponente, ¡todavía más impactante es un hostal que este año cumple los 125!
"No nos gusta hablar de 'dignificar la butifarra' –comenta Joanjo Puig–. La butifarra es un producto dignísimo, que nosotros sólo vestimos de gala ". Así de contundente es a la hora de expresarse sobre el restaurante Butikfarra - "restaurante, no bar!" - Que él y su socio Oriol Marquina abrieron hace un año en Barcelona.
Catalanes, españoles, ingleses, rusos o alemanes. Ciudadanos de Barcelona o turistas que pasan unos días en la ciudad. Lo cierto es que todo el que come en Insòlita Gea sale contento.