Una carta basada en la cocina tradicional catalana, en la que no pueden faltar las típicas calçotadas, se funde en una simbiosis perfecta con el entorno: una gran masía del año 1770. Así es el restaurante Ca Vidal, fundado hace casi cuatro décadas por Lluís Valls y ahora regentado por sus dos hijos, Josep y Carlos. Tradición, sí, pero con los toques de modernidad que le dan los jóvenes de la familia. Carnes al calor de la brasa, callos de ternera estofados, manitas de cerdo rellenos de manzana y foie, o rabo de toro estofado con setas son algunos de sus platos estrella.
Plaça de l'Església, 16
43152 Perafort Tarragona
España
Un entorno con historia
Más que una masía, Ca Vidal es todo un complejo con varias construcciones, algunas de las cuales hace dos siglos y medio tenían usos agrícolas y ganaderos. En una de ellas, por ejemplo, se encontraba la prensa de aceite con las piedras del molino. Ahora, los visitantes acceden al gran complejo (que se extiende por dos hectáreas de terreno) por un camino empedrado como antaño. El restaurante también conserva las paredes de piedra, las grandes vigas de madera del techo y algunos otros elementos primitivos. Luce espléndido lo que fue en la antigüedad. Y en este marco, “la cocina tradicional catalana es la que más le pega; es la esencia que queremos mantener”, apuntan Josep y Carlos, de 29 y 24 años, respectivamente. Son lo que llamaríamos dos jóvenes sobradamente preparados, que han crecido en este negocio que abrió su padre y que conocen a la perfección. El relevo generacional está garantizado.
En invierno, calçotada
Si van al restaurante en los meses fríos del año podrán disfrutar de las auténticas calçotadas, la gran tradición catalana a base de calçots, esa cebolla dulce, larga y delgada, que se cuece al fuego de los sarmientos, a llama viva. Siguiendo la tradición, ahí los calçots se comen de pie, acompañados de la salsa típica, la satvitxada. Si hace buen tiempo, los podrán degustar en un espacio al aire libre. Como no podía ser de otra manera, son calçots de proximidad, que cultiva un agricultor del mismo pueblo y que cuentan con la etiqueta IGP Calçot de Valls, que certifica su calidad. En Ca Vidal son especialistas y la prueba es que cada día pueden llegar a cocer hasta 6.000 calçots, en una peculiar parrilla giratoria. Otra manera de disfrutarlos son los calçots rebozados.
Antes de empezar la calçotada les ofrecerán una degustación de vermut o cerveza. Y, después de comer tantas cebollas dulces como aguante el cuerpo, ya bien acomodados en sus sillas, la típica calçotada continua con longaniza con judías y morcilla negra, cordero a la brasa con patata y alcachofa y, de postre, naranja laminada y crema catalana.
Tradición catalana más allá de cebollas dulces
Ca Vidal es un restaurante especializado en calçotadas, pero también cuenta con una excelente carta, en buena parte basada en la tradición culinaria catalana. Para abrir el paladar, no se pierdan los callos de ternera estofados; caracoles a la llauna; xató de atún, romesco y anchoas; canelones de carne con bechamel y parmesano; un carpaccio de vaca vieja madurada 30 días o unas croquetas de carn d’olla. Para continuar, pies de cerdo rellenos de manzana y foie; cordero al horno con patata laminada, costillas de cabrito rebozadas o rabo de toro estofado con setas. “Es un tipo de comida que últimamente parece que se va perdiendo; todos queremos hacer grandes inventos en la cocina, pero al final vamos perdiendo platos como el rabo de toro o el fricandó en las cartas de muchos restaurantes, porque son platos que necesitan su tiempo”, lamentan Josep y Carlos, convencidos del valor de esta tradición culinaria.
El restaurante también cuenta con una buena plancha y brasa, donde cocinan un buen chuletón o entrecot de vaca gallega madurados 40 días; costillas de cordero; conejo a la brasa; costillas de tocino a baja temperatura con salsa BBQ o una completa parrillada de carne (lomo, cordero, botifarra, longaniza y panceta). No se preocupen si prefieren pescado: también podrán elegir entre pulpo a la plancha o bacalao al horno gratinado con allioli, entre otros. El restaurante ofrece un menú diario y de fin de semana. Y si quieren empezar el día con toda la energía, un buen esmorzar de forquilla (como decimos en Catalunya), contundente, con callos o rabo de toro. La clave, según los dos responsables del restaurante, es ofrecer “un producto de calidad, que nos sirven proveedores de la zona; siempre que podemos, intentamos que el producto sea de kilómetro cero”.
Ca Vidal dispone de seis comedores, des de un pequeño pero magnífico espacio para 16 comensales (que es donde antiguamente se encontraba la cocina de la antigua masía familiar), a una sala para 130. En total, en el restaurante pueden dar cabida a unes 390 personas. Aproximadamente una vez al mes organizan tardeos para animar el día. En los fogones hay cocineros con mucha experiencia, como Nati, que hace 24 años que está al mando de esta cocina. Si son de los que disfrutan con la comida de antaño, la que se cocina con tiempo y amor a partes iguales, Ca Vidal es un restaurante imprescindible.