El Piropo

Un chef con raíces, mundo y propósito 

Al frente de los fogones de El Piropo está Alejandro Domínguez, chef y socio fundador. Aunque su camino no comenzó en la cocina profesional, lleva la hostelería en la sangre desde que con siete años ayudaba en los negocios familiares en Almogía. Tras una etapa como informático, se reinventó formándose en la escuela de hostelería La Fonda y forjando su estilo durante más de tres años en Alemania, donde pasó de cocinero a jefe de cocina en un hotel con propuesta euroasiática. 

A su vuelta a Málaga, lideró proyectos como El Ambigú de La Coracha y formó parte de la dirección del grupo El Gallo Ronco. Pero en 2024 dio el salto definitivo: abrir su propio restaurante. “Tenía la necesidad de crear algo personal, de tratar al cliente como una persona, no como un número. Málaga está llena de sitios donde solo se busca facturar y doblar mesas. Nosotros queremos justo lo contrario”, explica Domínguez. 

Carta viva, producto diario y cocina sin miedo 

La carta de El Piropo no es una lista estática, sino un organismo vivo que se adapta al mercado, a la estación y al cliente. Cada día hay sugerencias fuera de carta basadas en el producto fresco del cercano Mercado de Huelin. “Si alguien viene con ganas de un gazpachuelo, unas berzas o un arroz y tenemos los ingredientes, se lo preparamos. Nos gusta complacer, sorprender y escuchar”, dice Alejandro. 

Entre los imprescindibles del menú están las gambas de Málaga, la porra antequerana, el gazpacho o los buchones de rosada. Pero también hay espacio para propuestas de cocina creativa como el tataki y el tartar de atún, fideos tostados o reinterpretaciones que mezclan lo local con lo global. Todo bajo una premisa clara: sabor, equilibrio y cero monotonía. 

Propuesta gastronómica con alma de barrio y mirada internacional 

La ubicación de El Piropo no es casual. Frente al mar y rodeado de vida local, Huelin ofrece ese equilibrio entre tradición y futuro que define también su propuesta gastronómica. “Queremos que sea un restaurante de barrio con nivel, con precios razonables, que respete al malagueño, pero también reciba al turista como se merece”, apunta Alejandro. 

La cocina mediterránea, con sus raíces, técnicas y productos, es el eje central, pero con guiños internacionales que enriquecen sin distraer. En un contexto donde los consumidores buscan autenticidad y sostenibilidad, El Piropo se alinea con las tendencias emergentes apostando por el producto local, la cocina de mercado y el trato humano. 

Además, el restaurante ha incorporado una doble estrategia de desarrollo: cartas estacionales, una para primavera-verano y otra para otoño-invierno, y una vuelta a los guisos tradicionales y la cocina de fuego lento. “Queremos volver al puchero, al guiso de la abuela, pero con presentación y técnica de hoy”, explican. 

Una cocina que también forma personas 

Uno de los pilares menos visibles pero más valiosos de El Piropo es su equipo. Con 12 personas en plantilla, el restaurante ha apostado por dar oportunidades reales a jóvenes sin experiencia previa. “Creemos que las personas funcionan cuando se confía en ellas. Tenemos chicos y chicas con muchas ganas, y nosotros les damos las herramientas y el acompañamiento”, afirma Domínguez. 

Este enfoque humano se traslada también al ambiente del restaurante. No hay prisa. El cliente es el centro, y todo el equipo trabaja para que viva una experiencia completa. Por eso muchos repiten, y El Piropo ha conseguido fidelidad en apenas dos meses de vida. 

El Piropo no es solo uno de los restaurantes más recomendados de Málaga en este momento, también es un ejemplo claro de cómo la gastronomía mediterránea puede renovarse sin perder su alma. Con una cocina creativa, trato cercano y un compromiso auténtico con el entorno, se ha ganado un hueco entre los proyectos gastronómicos más inspiradores del momento. Y si algo deja claro este restaurante es que, cuando se cocina con corazón, el piropo te lo ganas con cada plato.