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Mediterránea.   El Mirador de Can Cases.
Camí de Can Cases, 15, Sant Cugat .(Barcelona) Tel: 93 589 18 68

El Mirador de Can Cases: vermús con vistas y chuletones al infinito

Núria Bonet Icart 23/11/2017

Grandes vistas, chuletón vasco a la brasa en su punto y unos vermús con música en vivo. Parecía difícil resumir en una frase el porqué uno debe de ir hasta El Mirador de Can Cases, una masía histórica recuperada en medio del parque natural de Collserola. Inevitablemente nos hemos quedado cortos: sigue leyendo.

Las vistas no dejan de acompañarnos durante todo el trayecto hasta llegar a este enclave único en pleno pulmón verde de Barcelona. Llegamos al Mirador de Can Cases, a tan sólo unos kilómetros de Sant Cugat, y uno ya no quiere moverse de allí. Es la combinación de la panorámica desde lo alto de Collserola, del solecito que alegra la terraza exterior, de la música en vivo que acompaña esos vermús con los que parece que ya has comido, esa carne a la brasa que merece un viaje, la calidez de la chimenea encendida.

El Mirador de Can Cases abrió hace casi dos años en una masía del siglo XVI. Propone una cocina mediterránea y tradicional con un toque diferente, actualizado, que le da el carismático chef Claudio Crescioli. Viene de grandes cocinas como las del Hotel Me o W de Barcelona, y aquí se ha adaptado a otro tipo de carta: excelentes carnes a la brasa y arroces sabrosos e irresistibles. Ha dejado a un lado las esferificaciones para centrarse en su clientela fiel. El lujo ha llegado hasta esta pequeña cocina de Collserola.

Entrecot ternera

Con estas vistas privilegiadas a la comarca del Vallès, rodeados de inmensos pinos y encinas centenarios, es casi un deber sentarse en algún rincón soleado de la terraza de esta masía. Aquí se ofrecen vermús que son casi una comida entera, con una carta en la que no pueden faltar bravas, conservas Espinaler, chocos, croquetas caseras o anchoas de L’Escala. Por lo que respecta a las actuaciones en vivo, éstas han estado paradas por culpa de la pandemia, pero no sufráis: a partir de abril vuelve la música para acompañar un vermut increíble.

La parrilla

Cuando uno pasea la mirada por la carta, la vista se detiene en el chuletón de 1 kilo a la brasa. 1 kilo, lo has leído bien. La carne llega directamente desde Guipúzcoa y la cocinan con mimo, de tal manera que este espectacular corte se convierte en un imperdible del local. Y no sobra, nunca sobra. Para los amantes de la brasa, en la carta pueden elegir también un entrecot de ternera, costillas de cordero, secreto ibérico, pollo de corral del Prat o butifarra con alubias, ese clásico que no podía faltar. El salmón también se cuece a la parrilla y el pulpo, que acompañan con un hilo de chile que le da un toque final.

El Mirador de Can Cases está especialmente orgulloso de sus arroces. Además del de criollo y pollo al azafrán y el de frutos del mar, que aparecen en carta, el chef propone diversas creaciones según mercado, como el negro de sepia y alcachofas, un mar y montaña o un arroz con caracoles, papada ibérica y setas, por poner algunos ejemplos.

Arroz can cases

Ensaladas de la huerta, escalivada de la casa o burrata italiana con pesto rosso son algunas de las ligeras propuestas como entrantes. Entre los postres, destaca la pastelería casera (cheese cake, carrot cake, brownie...) y los helados de mojito y yuzu. Entre semana, triunfa el menú en el que se incluyen canelones con foie y trufa, entrecot o secreto ibérico, además del esperado arroz del día.

Calçotades

 

calçots

Durante la temporada de calçots, El Mirador de Can Cases también es un lugar popular para realizar una buena calçotada entre amigos. Ofrecen dos menús: el primero pensado para consumir de forma individual, con una teula de calçots, un segundo a la brasa, postre ,café y bebida; y un segundo para grupos, en el que, además de calçots, se pueden degustar varios productos cocinados a la brasa.

Como buena masía centenaria, El Mirador de Can Cases, cuenta con diferentes espacios y rincones acogedores. Además de dos grandes salas, dispone de tres comedores que se ofrecen como íntimos privados, todos ellos con su chimenea encendida y sus vistas inigualables a través de los cristales. Subir hasta este restaurante, realmente tiene su recompensa.

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