En pleno Raval, al lado de la Casa Camper, hace cerca de cuatro años que Albert Raurich empezó a hacer realidad su sueño. Enamorado de la cocina de todos los países del Lejano Oriente, se propuso acercárnosla pero en un formato tan nuestro como el de las tapas. De ahí que el local se llame dos palillos: el chef pensó que lo que hermana a las culturas asiática y española son estos utensilios que usan para comer, ya sea un sushi o unas patatas bravas.
Alma mater de la cocina innovadora, Raurich quiere que los clientes tengan una experiencia única en su bar. El dos palillos se divide en dos espacios. La barra de la entrada, típicamente española en la que los comensales se sientan en taburetes, y la barra con cocina teppanyaki a la vista, al más puro estilo de los locales orientales, donde se benefician de un magnífico menú degustación.
"Somos una cocina abierta", dice. La idea de tirar adelante este negocio le vino en uno de los viajes que hacía con Ferran Adrià durante los once años que trabajó a sus órdenes. La camisa que Albert Raurich vestía como jefe de cocina en elBulli está enmarcada en la entrada de su bar. Adrià, por su parte, le eligió como uno de los 10 mejores chefs internacionales en el libro Coco (Phaidon).
De él ha aprendido, dice, "la pasión por el trabajo, la disciplina, la autoexigencia y la importancia de ser sumamente estricto". Algo que ahún ahora guía su forma de trabajar. "En elBulli se trabaja por cuchara, se busca que cada cucharada transmita al comensal alguna cosa, una sensación que nosotros ya habíamos estudiado hasta el detalle". Él hace lo propio. Y en su tiempo libre, estudia japonés. No vaya a ser que pierda el contacto con Oriente...
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