Todos aquellos que ya conocen la extraordinaria calidad e imaginación de los platos de Sergi de Meià están de enhorabuena. Porque, después de una trayectoria larga y llena de éxitos, este chef catalán ha abierto su propio restaurante en Barcelona, de nombre homónimo. Para los que aún no han disfrutado de sus creaciones, ahora la ocasión es mejor que nunca, descubrirlo en su propia casa, donde los únicos límites a su creatividad, si los hay, son los que establece él mismo.
Nacido en Esplugues, Sergi se considera hijo del pueblo leridano de Vilanova de Meià, en el que pasó los veranos de su niñez, con los abuelos que le transmitieron el amor por la tierra y por sus productos. La pasión por los fogones le vino de muy pequeño, contagiada posiblemente por la cocina del restaurante de su madre en Esplugues. Bien pronto inició estudios de hostelería en la Escola de Restauració i Hostelatge de Barcelona y en L’Ecole d’Hôtellerie des Pirénées.
Su trayectoria profesional pasó por El Rusc de Andorra, La Torre del Remei en Puigcerdá, el australiano Rydges Hotel y los premiados Akelarre de San Sebastián y El Racó d’en Freixa de Barcelona. Ya como cabeza de cocina trabajó en el restaurante Reno, el Excellence de Andorra y Barcelona, el Fishhh! de Barcelona y el Monvínic.
El año 2009 recibió el premio Nacional al Cocinero Joven del Año de la Academia Catalana de Gastronomía y, el 2013, el premio Km.0-Slow Food.
Cocina catalana de proximidad
Ahora, establecido por fin en su casa, Sergi puede dar salida sin limitaciones a su manera de entender la cocina. La cocina catalana de siempre adaptada a los gustos de ahora y basada en los productos de proximidad. La evolución actual de la cocina de siempre que habría preparado su abuela o su madre. Y en el caso de esta última no se trata de ninguna metáfora, porque la madre, Adelaida, está también detrás de los fogones del restaurante.
Cocina basada en una treintena de productores de pequeñas explotaciones de Km.0, identificada con el concepto slow-food porque, como dice un fragmento del manifiesto de este movimiento que entiende la comida como placer, toma de conciencia hacia la naturaleza y responsabilidad, “redescubrimos los aromas y la riqueza de la cocina local... hacemos frente al tipo de productividad que cambia nuestro estilo de vida, amenaza el paisaje y el medio ambiente ... luchemos por el desarrollo del gusto y resistámonos a su empobrecimiento, para que podamos hablar de progreso, cultura y un mejor porvenir...” Hasta las especies, los azúcares o el chocolate son ecológicos y de comercio justo.
Ésta es la filosofía que podemos encontrar en todos y cada uno de los platos de este restaurante. Tal vez por eso nos encontramos en un local de paredes blancas, con mesas de hierro y madera, sin decoraciones que llamen la atención especialmente, cómodo y acogedor pero sencillo, sin ninguna estridencia, poniendo de relieve que lo realmente importante es aquello que sale de los fogones de su cocina.
Al recibir la carta nos llama la atención el lema que figura en primera página: “Cocina absolutamente de proximidad”. Y, podríamos añadir, de temporada, buscando siempre los productos más frescos. Así encontramos entre los entrantes el ceviche de verduras, la ensalada de caballa con encurtidos o la pasta fresca con trucha.
Entre los productos de nuestro Mediterráneo, suquet de pescado de roca o pescado de lonja con cebolla violeta y brotes. En cuanto a las carnes el cordero crujiente, patata, ajo y romero o el pollo de payés asado a la catalana. Y como punto final el canelón de queso azul, nueces, fruta y yogur o los postres de chocolate y turrón. Es de destacar que todos los platos se pueden pedir en formato de “media ración”. Además, siempre hay platos del día con productos “acabados de llegar”.
Desayunos de tenedor y menú de mediodía
Por las mañanas, hasta las once y media, la mesa larga del vestíbulo acoge a los comensales para unos espléndidos “esmorzars de forquilla” (desayunos de tenedor), preparados por Adelaida Castells, madre de Sergi. Sardinas en escabeche, morro y tripa con garbanzos, pies de cerdo del hostal o brécol con judías del ganxet, siempre acompañados por un bol de ensalada. Una vez saboreados nos preguntamos si la capacidad de preparar golosinas como éstas se transmite genéticamente.
Al mediodía, además de la carta, ofrecen un menú con entrante, segundo plato, postres, agua, copa de vino y café por 21,50 euros. Tarrina de corzo del Prepirineo, fideos a la cazuela de pescado o pastel de chocolate con fresas con la misma calidad que los platos de la carta.
carrer
Aribau, 106
08036 Barcelona Barcelona
España