8 Septiembre, 2012
Gastronosfera

Casa Roura posee una de las mejores relaciones calidad-precio de todo el estado. Además, el edificio donde se ubica es de una gran belleza arquitectónica y permite disfrutar de una cubertería y cristalería de primer orden, un servicio profesional, una cocina de calidad, etc. Y todo, en un entorno relajado.

Esta perfecta combinación fue idea de Xavier Cañadas y Joan Manel Parra, propietarios del local. Xavier quiso que un edificio que todos los habitantes de Canet consideran emocionalmente suyo, lo fuera realmente. Convertirlo en algo cercano al pueblo, que se pudiera tocar con los dedos, que no resultara un distante y lujoso restaurante de carta prohibitiva. Y ha funcionado. Aun más: ha funcionado en tiempos difíciles. Casa Roura abrió sus puertas hace tan sólo cinco años, momento en el que se inició la recesión económica.

Este “restaurante modernista” construido en 1892 ha huido de la cocina minimalista, de grandes filigranas, y ha optado por una elaboración tradicional con muy buena materia prima, sin renunciar a sus nuevas técnicas en los fogones. En Casa Roura se puede ver en el plato desde un entrecot llegado directamente desde Nebraska, hasta un pescado fresco de la lonja de Arenys.

Nestor Castelvequi, un cocinero uruguayo con más de 30 años de veteranía, se jacta de que en la nevera sólo entran carnes de importación excepcionales, gambas, langostinos vivos o pescado fresco de la zona. Este chef huye de la confusión de gustos a la que muchas veces nos lleva la "nueva cocina" y cree que lo que se debe potenciar es el gusto de la materia prima, cuando esta es de primera división.

Resulta extraño oír hablar a los nuevos cocineros de la contundencia en los platos. Algo que todos dirían que se aleja de la cocina de autor. Nestor es claro al respecto: el comensal tiene que tener en la mesa una cantidad de comida que le deje satisfecho. “Estamos probando de hacer una cocina con denominación de origen, es decir, buscar lo mejor allí donde esté. También trabajamos con la cocina micológica, con una variedad de setas muy de temporada, con un huerto con un sistema de riego especial sin contaminantes y llevamos cultivos ecológicos a un 80% de nuestros platos”.

Castelvequi es un mago de los arroces –por supuesto los rissottos– y del bacalao. De hecho, se diría que los platos más característicos y solicitados del local son el bacalao a la miel y el arroz con bogavante, aunque ellos insisten en decir que no son sus especialidads, ya que todos los platos que ofrecen tienen el mismo nivel de "cuidado" en la cocina.

Un equipo de 12 personas se mueve como un ejército de hormigas por los ocho comedores dirigidos por Álvaro Roquer. Cada uno de ellos se ha ido ubicando en lo que fueron habitaciones de la casa modernista. Ofrecen una decoración y características variadas. Salón rojo, Goshliar, Parra... Xavier va detallando el nombre de las salas hasta llegar al Salón Ruiz. Al preguntarle el motivo para bautizar la estancia con este nombre, relata algo insólito.

Hemos dedicado un salón a un buen cliente del restaurante”. Tan singular característica permite hacerse una idea de cómo de avezada está Casa Roura a sus comensales más fieles. Todo un detalle. Por si no fuera suficiente, este edificio modernista de finales del siglo XIX, también da cabida a los jóvenes, o a grupos que sólo quieren disfrutar de un momento de relax.

Para conseguirlo se ubicó en sus jardines una sala chill-out o carpa donde se pueden celebrar reuniones sin ninguna necesidad de sentarse en la mesa. Montar un restaurante en una casa modernista patrimonio cultural ha hecho que la remodelación fuera más complicada que en otros lugares, ya que las autoridades exigen que se mantenga un orden decorativo y de equipamiento que no rompa con la esencia de la obra del arquitecto Domènech i Montaner.

En su salón principal, por ejemplo, no se ha permitido la ubicación de enchufes o regatas. Aunque alguien podría decir que hablar de precios no está muy buen visto cuando tocamos cocina de alto nivel, en este caso está más que justificado por su singularidad.

Texto de Moisés Peñalver

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