/ Mediterránea
La experiencia acumulada por Toni Martorell se transmite en su nuevo proyecto, una fonda que abrió el 3 de octubre de 2017, después de cerrar un ciclo fructífero y muy frenético junto al chef Marc Fosh, el primer británico que consiguió una estrella Michelin en España. Trabajó con él durante 7 años -Brasería Missa y Simply Fosh- tras haber pasado anteriormente por la Escuela de Hostelería de las Islas Baleares y de haber pisado cocinas de restaurantes destacados de Cataluña -como Can Jubany o Els Tinars- y del País Vasco -como Zuberoa-.
Para un restaurante marinero, pocas ubicaciones pueden ser mejores que el muelle del puerto, a la vera del mar. Noves Algues es un restaurante de medidas generosas y con amplia sala totalmente acristalada para disponer de una mejor contemplación de las embarcaciones amarradas. Además, cuenta con una terraza y un amplio espacio chill out para el tercer tiempo gastronómico.
Materializar un sueño
Hace 30 años Marga Villalonga inició uno de sus sueños, tener un restaurante propio: Ca Na Marga. Para hacerlo realidad compró un chalet en la urbanización Ses Salines, de Fornells, en la costa norte de Menorca y, junto a su marido Jordi Pons, lo transformaron en un restaurante, y abrieron las puertas del restaurante Ca Na Marga en el verano de 1988. Aunque no hay ningún antecedente familiar, cuando sus dos hijos Jordi y Maite crecieron, estudiaron hostelería y se incorporaron al negocio.
Tres metros y medio de profundidad de unas aguas tan ricas en nutrientes que se visten en tono verdoso debido a la abundancia de algas y fitoplancton. Una sopa salada y esencial que alimenta con generosidad a las ostras y a los mejillones que degustas justo encima de su hábitat. Milla náutica cero, más cerca no se puede estar. Y además, se va poniendo el sol. Tiñendo naranjas sobre el paisaje de una costa que regala la silueta pétrea e impresionante de los Puertos de Tortosa-Basseit.
La buena notícia del verano en Barcelona es la apertura de una nueva terraza con vistas únicas en Collserola. A estas alturas quien más quien menos ha descubierto grandes rincones en la montaña mágica pero en este caso, el restaurante El Mirador de Can Cases abre un nuevo espacio que lo aglutina todo: la puesta de sol con grandes vistas, música en vivo y una apuesta gastro de calidad.
Tere Montesinos estudió Historia del Arte y profesionalmente se desarrolló en el sector de la moda, como Sales Area Manager en VF Corporation (Vanity Fair). Paralelamente obtuvo un grado superior en enología en Alella y perfeccionó sus conocimientos de cocina en diferentes seminarios para cocina profesional. Por su parte, Aleix Pagan es Ingeniero Industrial y se dedicó desde 1995 al desarrollo de proyectos para la industria farmacéutica y alimentaria.
Hace ocho años que Toti Pigem abría el local, situado en una antigua casa señorial de 1900 en la Pujada de la Mercè, a poca distancia de la Girona más turística pero al abrigo del bullicio. Un establecimiento que tiene entre sus atractivos más destacados un fabuloso jardín que se ha convertido en un inmejorable escenario para disfrutar de una buena comida o una copa a la luz de las velas en pareja o con los amigos. Transcurrido este tiempo, Pigem y el chef Ángel Roqueta han sacudido completamente la carta partiendo de la base de siempre: que el producto sea de calidad.
Hace seis años, el chef Víctor Ferrer transformó el antiguo colmado de sus tíos, en la calle Girona de la Ciudad Condal, en un bar de tapas de alto nivel. El éxito le ha acompañado y la clientela se ha fidelizado. El local se quedaba pequeño y la tienda de maniquís -de casi 300 metros cuadrados- que había al lado cerraba. Era el momento de dar un paso adelante. Pero Víctor, "un enamorado del Betlem tal y como es", según nos dice, no quiso romper con su esencia y apostó por arrancar un proyecto completamente diferente.
Las vistas no dejan de acompañarnos durante todo el trayecto hasta llegar a este enclave único en pleno pulmón verde de Barcelona. Llegamos al Mirador de Can Cases, a tan sólo unos kilómetros de Sant Cugat, y uno ya no quiere moverse de allí. Es la combinación de la panorámica desde lo alto de Collserola, del solecito que alegra la terraza exterior, de la música en vivo que acompaña esos vermús con los que parece que ya has comido, esa carne a la brasa que merece un viaje, la calidez de la chimenea encendida.
Alquilar una hamaca -o una cómoda cama- a pie de playa, ir de tiendas, degustar una oferta gastronómica basada en el producto de más alto nivel, recibir un relajante masaje o practicar actividades náuticas… Las opciones para pasarlo bien en esta playa ibicenca son inmensas. Convertida en un auténtico paraíso para los más hedonistas, por Cala Bassa Beach Club se dejan ver cada verano deportistas, actores y celebrities de todo tipo.