
Muy Buenas: recetas de cuchara en una ‘casa de menjars’

En Muy Buenas todo evidencia que los detalles sí importan. Desde el portal novecentista impecablemente restaurado hasta la carta apetitosa y meticulosamente ideada. En pleno Raval ha vuelto el espíritu de las “cases de menjars” de antaño.
Si el recetario popular se ha mantenido vivo es porque lo merece. En Muy Buenas han dado un paso más y recuperan la gastronomía catalana recogida por maestros como Ignasi Domènech (La Teca) o Josep Pla (El que hem menjat).
Así, en su carta nos sorprenden los platos “de cuchara” como son la truita amb suc (tortilla en su jugo) y callos con garbanzos, o el pollo con cigalas y las albóndigas con sepia. “Recuperamos el espíritu de les cases de menjars de antaño”, explica uno de sus propietarios, Lito Baldovinos. Y los platos de mediodía, un clásico popular, son una buena muestra de ello. Triunfan especialmente los de jueves y viernes: fideos con costilla y fricandó, respectivamente.
Baldovinos y su socio Enric Rebordosa empezaron su aventura recuperando un bar también antiguo en el Paral·lel, La Confitería, que han convertido en una coctelería de referencia. También en Barcelona, cuentan con dos coctelerías más, Paradiso y Stravinsky; en Les Corts regentan El Maravillas, un bar de vinos, y el restaurante L’Alegria. Sin duda la referencia de este grupo es Rilke, de alta gastronomía liderada por Rafa Peña.
En el caso de Muy Buenas, sus propietarios se propusieron devolverle parte de su espectacular estética de principios del siglo XX y han contado en su restauración con todo un experto, Jorge Aragone, restaurador de Casa Batlló. Este personalísimo local de la calle del Carme abrió en la década de 1890 como bacaladería y ya en 1928 se transformó en restaurante. Ahora se le ha devuelto el aire señorial y acogedor de aquel entonces, con todo lujo de detalles (no hay que perderse los rótulos originales colgados en el piso superior ni las portadas de la revista Patufet en el baño).
‘Truita amb suc’
Muy Buenas abrió puertas en junio y puede jactarse de tener un 90% de clientela local, algo inusual en esta turística zona de Barcelona. Tienen ya un público fiel que reclama sus platos de cuchara, como los cocinaba la iaia, con mimo y el chup-chup que los caracteriza.
En una carta corta pero pensada al detalle, hay que probar la truita amb suc: una tortilla elaborada con alubias y butifarra que, a media cocción, se introduce en el horno para que termine de cocinarse lentamente con un guisado de pollo y verduras.
Otro plato especial es la Clotxa de escalibada y sardina ahumada, un plato habitual entre los payeses que trabajaban en el campo: se rellena el pan con las verduras escalibadas y la sardina, en una combinación perfecta.
La carta varía según temporada y ahora que es tiempo de alcachofa hay que pedir los calamares con alcachofa confitada, tiernos y con una reducción que realza su sabor. Aquí todo es casero y el producto es de proximidad y de alta calidad. Entre los postres, el flan de la casa con la cremosidad que le añade la leche condensada (addictivo) y el pan con aceite, chocolate y sal, un clásico cada vez más reivindicado.
La carta de vino merece una mención especial, con todas las Denominaciones de Origen catalanas y una acurada explicación de la oferta. En la preciosa barra recuperada, decenas de licores catalanes sorprenden a los más expertos: además de la ratafía – que obviamente no podía faltar – hay que dejarse aconsejar y catar curiosidades como el licor de ceps (Flor de Nhèu) o el de arroz elaborado en el Delta del Ebro.
Y todavía una recomendación: el piso superior, con barra y baño a parte, está pensado para albergar todo tipo de reuniones y celebraciones. Sin duda, un espacio único, como auténtica es también la cocina y el buen hacer de los profesionales del Muy Buenas. Le auguramos muchos éxitos.
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