Bells Bar

Contigo, pan y (tortilla con) cebolla en Bells Bar 
Bells Bar
Bells Bar
24 Febrero, 2023
Marti Buckley

A veces son las cosas sencillas las que nos enamoran. Y es el amor lo que pone en marcha proyectos chulos. En el caso de Bells Bar, las dos cosas son acertadas. Este bar-restaurante pequeñito ha nacido por amor y su carta enamora fácilmente a los clientes que se atreven a probar la apertura más reciente del casco antiguo de Donosti.

Hay quien te diría que San Sebastián no necesita otro bar-restaurante en la parte vieja. Pero hay bares y luego hay bares donde los pintxos son menos numerosos, pero de mayor calidad; donde la tortilla se acaba por lo bueno que está pero cuando hay no te la puedes perder; y donde el ambiente es agradable y la luz tenue. Bells Bar es uno de esos bares. 

Lancelot Bell Crafer (nacido en Brighton, UK) y Sara Quinchia (una colombiana-extremeña) se conocieron en las cocinas de la parte vieja. Lancelot, cocinero, llegó a San Sebastián con 20 años y empezó a trabajar como jefe de cocina en Sirimiri. Sara justo estaba haciendo sus prácticas en hostelería, allí se conocieron, y la semilla de Bells Bar se plantó. 

El proyecto, desde luego, nace del amor. Lancelot lleva desde los 14 años cocinando, y trajo con él un espíritu joven, atrevido, pero muy arraigado en la idea de comida que da gusto comer —técnica, sí, cuando toca, pero sobre todo que esté rico. Con esta idea la pareja empezó a buscar local hace tres años, antes de la pandemia, y por fin lo encontraron. 

interior

Bells Bar se ubica en la antigua Colchonería de San Vicente, un lugar histórico que todavía lleva su señalización original protegida. Dentro, las paredes están cubiertas de salpicaduras de pintura, a lo Jackson Pollock, un homenaje al padre de Lancelot que era pintor. El ambiente es acogedor, con mesas altas y taburetes de cuero y una barra generosa de mármol. Invita a tomar algo, la verdad, y al ver la carta te das cuenta de que es bastante irresistible. 

El resumen de la oferta culinaria podría ser un sitio de pintxos con producto de aquí y toques de los países de origen de los dueños. Sin embargo, con esa descripción un poco seca no te haces idea de lo que es. Podrás probar la croqueta de sancocho, una croqueta cubierta de migas panko extra crujientes con un relleno cremosísimo de sancocho, un guiso latino de carne, pollo, maíz, verduras y especias. Es un homenaje a Sara y su país de nacimiento, y hay que pedirla.    

Lancelot dice que, en su opinión, un bar se puede juzgar por su tortilla y su croqueta, y si fuera verdad, Bells Bar aprobaría con un 10. La tortilla se saca una vez al día, sobre la una, y está jugosa en el medio, con mucho sabor y ese toque riquísimo de cebolla caramelizada. Se suele vender entera en menos de 30 minutos. Pronto habrá filas como hay en el vecindario en Nestor y La Viña, ¡acuérdate de lo que lees aquí!

croquetas

La carta se compone de platos frescos y de temporada, y va cambiando a menudo. La mayoría de los platos están disponibles en formato pintxo, media, o ración entera, y lo ideal es ir en mesa de cuatro y probar todos. Son platos bastantes diferentes pero que gustan a todo el mundo, como Las raíces, su versión de patatas bravas, con yuca, frijoles, y una salsa de chili. O los arancini, en este caso hecho del arroz negro de txipirones. Cada plato tiene una historia y una inspiración, como por ejemplo El Rocco, un plato de pasta, trufa y parmesano. Rocco era el que montó la barra, y después de pasar varios días hablando con Lancelot, se quedó con el plato que era el favorito de su abuela, una pasta rica, contundente pero elegante. 

Otros platos son una mezcla fina de la cocina donostiarra con los sabores que conoce Lancelot de su pasado. El Colchón es un plato obligatorio, una versión de txangurro a la donostiarra, pero con un sabor suave, servido sobre un crumpet, un pan esponjoso inglés. Acabado con una cucharada de creme fraiche, es un plato sorprendente por la combinación de culturas, texturas, y sabores. 

bao

Un día cualquiera te encontrarás con el plato del día, como los garbanzos kilómetro cero con morcilla casera del pueblo de Sarah, hecho por su padre. O el bao, ese esponjoso bocado, que va cambiado cada semana su relleno. El rabo que lo rellenaba últimamente es tierno y tiene guarnición de kimchi. 

Y, como no puede faltar en un bar de la parte vieja donostiarra, hay una selección de pintxos fríos, para esos momentos que estás de paso pero quieres comer un bocado rico y elaborado. Va cambiando, pero un día de febrero había un pintxo de salmón con un quenelle adorable de creme fraiche. A su lado había una tostada con bechamel, huevo, y trufa. O, para los clásicos, un bocadillo de atún, anchoa y guindilla con mayonesa. 

San Bizente Kalea, 9
Donostia Guipúzcoa
España

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Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas

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