Quillo es uno de los muchos recién llegados al cada vez más gentrificado barrio de Sant Pere-Santa Caterina de Barcelona. Pero no es un restaurante más. Del antiguo bar de tapas que había en el gran local que ahora ocupa Quillo no queda absolutamente nada. Quizás solo una cosa, que en Quillo también elaboran tapas. La diferencia es que estas llevan el sello del joven chef Jordi Asensio, ex jefe de cocina en Loidi de Martin Berasategui.
Tortillas, croquetas -cuadradas, de grandes dimensiones y textura cremosa-, buñuelos de bacalao y mayonesa de menta, mojama de atún, mejillones caseros en escabeche, calamares a la andaluza, tortilla de camarones, ensaladilla trufada y un largo etcétera. Quillo defiende una carta que conjuga lo mejor de las cocinas catalana y andaluza y lo reinterpreta, dándole una nueva vida, más joven y moderna. Eso se hace más patente en sus platillos, propuestas vistosas y bien ejecutadas, con las cantidades justas para compartir entre dos.
Como el tataki de atún que, de entrada, poco tiene que ver con la cocina catalana o andaluza. Asensio le aporta el toque español al acompañarlo con un delicioso y ligero salmorejo, ese clásico del sur. De origen catalán, en cambio, es el canelón de rustido, que rinde homenaje a la esencia ibérica al ir cubierto con virutas de jamón. Y así vamos jugando, Cataluña y Andalucía, Andalucía y Cataluña.
Dos imprescindibles más, que ya son fijos en la carta: el rabo de toro con gamba, crema de guisantes y mayonesa de jengibre; y las tan catalanas judías de Santa Pau combinadas con kokotchas de bacalao. Para los postres, las tradicionales torrijas se renuevan y se presentan caramelizadas y con cremoso de almendras.
Todo esto se cuece en una cocina, situada al fondo del local, a la que vale la pena asomarse, aunque sea tímidamente. El espacio es poco convencional para ser una cocina: espacioso, regado con la luz natural que distribuye una gran claraboya y con un olivo en su interior. También hay que fijarse en los techos abovedados del local, que ha sido decorado por Santiago Nin en una clara apuesta por combinar maderas reutilizadas, hierro y tejidos naturales. El pintor Patricio Hidalgo pone el toque artístico con sus murales, en tonalidades grisáceas, que representan cantaores, bailaores y guitarristas flamencos.
Y es que la música, como es habitual en Andalucía, también juega un papel destacado en el local. Los fines de semana, de jueves a domingo, encontraréis un ambiente muy animado, con conciertos en directo de flamenco y rumba, regados con alguna que otra copa de rebujito. En Quillo insisten en recordar que no se trata de un show flamenco para turistas, aunque algunos de ellos también acaben visitando el restaurante a la búsqueda de esos ansiados sabores españoles. Estamos en el corazón turístico de Barcelona y aquí, desde hace tiempo, locales y turistas se ven obligados a convivir en (mejor o peor) armonía. En una cosa sí que coincidirán: las tapas de Quillo valen la pena.
Carrer del Rec Comtal, 2,
08003 Barcelona Barcelona
España