
Can Rectoret, cocina tradicional con mucha historia

Can Rectoret, una masía del siglo XVI transformada en restaurante que ha pasado de generación en generación, es toda una institución en Santiga (Santa Perpètua de Mogoda). Su fuerte: la cocina tradicional catalana, que aprovecha la riqueza alimentaria de la tierra, apostando por el producto de máxima calidad. Su nueva barra exterior invita a disfrutar de una jornada gastronómica al sol.
Nos cuenta Dídac García Carreté que la historia de Can Rectoret, una masía del siglo XVI, es la historia de cinco generaciones de su familia. Su tatarabuelo Jaume se dedicaba al ganado, a la huerta y a la elaboración de vino. Él vivió la construcción de la carretera que pasa por delante de la masía y que une Sabadell y Santa Perpetua de Moguda. Esporádicamente comenzó a servir comidas a los trabajadores de la carretera, a cazadores y a pintores que visitaban la zona (antiguamente boscosa), y la voz sobre la buena calidad de su cocina empezó a correr.
Pronto se dieron cuenta de que el negocio estaba en la gastronomía y en 1929 comenzaron a centrarse en la restauración. Luego llegaron el bisabuelo Josep, la abuela María, sus padres… y ahora son Dídac y sus hermanos quienes gestionan este restaurante. A lo largo de estos años, la familia ha ido transformando el espacio, convirtiendo paulatinamente las estancias y los dormitorios de la casa en salas de comedor a distintos niveles, siempre respetando la estructura arquitectónica original de la masía.
A toda brasa
Can Rectoret es conocido por su cocina tradicional, basada en el recetario catalán, y por sus brasas que llaman la atención de cualquier visitante nada más entrar en la masía. La cocina está abierta y desde la entrada se vislumbran esas brasas, artesanales y redondas, con un sistema que las hace girar sobre su propio eje, para así conseguir el punto de cocción idóneo de cada producto.
Allí elaboran desde un buen entrecot de ternera de Girona, hasta unas carrilleras y unos pies de cerdo, pasando por setas, berenjenas, alcachofas y, como no, los tan deseados calçots. Y es que otro de los puntos fuertes de Can Rectoret son las calçotadas. Nos explica Dídac que fueron de los primeros en ofrecer calçots en la provincia y que el gastrónomo Néstor Luján, habitual del restaurante, decía que el mejor romesco de Barcelona se elaboraba aquí. La receta es secreta, igual que la del alioli que también ostenta la fama de no repetirse. Por cierto, los calçots son de proximidad y los cultiva un payés solo para ellos.
Tradición y novedad
A lo largo de estos casi noventa años, han luchado por mantener la calidad de la materia prima y han ido incorporando nuevos platos, sin abandonar nunca su vínculo con la cocina tradicional. En su carta encontramos clásicos como las habitas con butifarra negra, la escudella o los canelones caseros aunque su apuesta más reciente son los bacalaos, que ofrecen en una decena de especialidades: algunas tradicionales como el bacalao a la llauna o a la bilbaína, y otras más novedosas como el bacalao con crema de ceps o con roquefort. En abril celebran el mes del bacalao y cada año preparan recetas nuevas, las dos que más éxito tienen se quedan en la carta.
También aprovechan las delicias que provee la temporada de setas, preparan desayunos de tenedor en los que recuperan platos tradicionales como la clotxa, y elaboran postres caseros que son una auténtica delicia: crema catalana, pastel de queso, “mel i mató”, tiramisú, lemon pie y un largo etcétera.
La última novedad de Can Rectoret es su barra exterior, situada cerca de su jardín, en un espacio de grandes dimensiones que ellos mismos denominan “La Plaza”. Allí han dispuesto mesas y sillas que invitan a disfrutar de un vermut o de una cerveza al sol antes de la comida o a tomarse el café de después. El objetivo es que la barra funcione todo el día y durante los fines de semana incorporan además una atracción para los más pequeños: un castillo hinchable, supervisado constantemente por un monitor.
Antes de abandonar la masía, algunos afortunados quizás puedan visitar la antigua bodega, que alberga algunos centenares de referencias de vinos, clasificados según su DO. También hay un apartado, a modo de pequeño museo, con botellas antiguas (algunas de principios del siglo XX) y que tienen un elevado valor sentimental. Un recorrido por la historia del vino y la de esta familia.
Galeria
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