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Existe una gastronomía de periferia que lucha por sustraer una pequeña clientela a la fuerza gravitatoria de la capital, en este caso Barcelona. Pueden ser las fondas de pueblo de toda la vida, que siempre han tenido su público, como la Masía Can Ferran de Sant Quirze del Vallés, o bien pequeños restaurantes montados por jóvenes cocineros que plantean otro tipo de cocina, un poco más sofisticada. Buc, justamente de esta misma población, entraría en esta categoría que se podría calificar de bistronomía de extrarradio.

Su nombre no deja lugar a duda: entramos en una hamburguesería. Esto es lo que, a primera vista, podríamos pensar al acercarnos a este local ubicado en Sant Cugat del Vallès (Barcelona).

Restaurantes "acogedores" hay muchos. Suelen ser locales de pequeñas dimensiones, cómodos, tranquilos y con una ambientación agradable. Restaurantes en los que el adjetivo "acogedor" adquiera muchos más significados no hay tantos y haber conocido uno de ellos se convierte en un auténtico hallazgo. Es el caso de Santa Gula, un bistró ubicado en el barrio de Gracia de Barcelona que ofrece cocina de mercado con toques internacionales.

La Barceloneta está de moda. Viajeros en chancletas, vecinos de cháchara aposentados frente a su portal, vermuts en las terracitas, patinadores luciendo tipazo, niños jugando a la pelota en cualquier plaza... Todo esto y una gastronomía tradicional y marinera, con toques vanguardistas en algunos casos, hacen de este barrio uno de los más interesantes de Barcelona.

Si algunos dicen que los años ‘50 fueron años perdidos en la sociedad española, la Vermut Pérez debe haberse equivocado de época. Entrar en este local del barrio de Sant Gervasi es un viaje en el tiempo hasta esos años oscuros de franquismo, de hambre y de miseria. Sólo estéticamente, claro, ya que en la Vermutería Pérez no se come nada mal.

Carpaccio de alcachofa de temporada con trufa negra o el pulpo a feira con trinxat de col de la Cerdanya son toda una declaración de intenciones. Son dos de los platos que hay actualmente en la carta de Floreta, un restaurante que bebe de la tradición y que se inspira en los mejores productos del mercado para sus platos de cuchara. Sentarse a la mesa es todo un placer en este rincón acogedor del barrio de Poble Nou de Barcelona.

Locales como el Nut Gastrobar reivindican la altura de miras gastronómica en barrios currantes de Barcelona como es el de Navas –a caballo entre el Clot y la Sagrera– . ¿Ha sonado clasista? No es mi intención, al contrario.

El Coplas nace con vocación de local en el que pasar unas cuantas horas: no es exactamente un bar de copas, aunque tiene copas, ni tampoco un restaurante, aunque ofrece comida.

La Barceloneta nos gusta. Por su olor a mar, por su aire marinero, por sus callejuelas de antaño y por su oferta gastronómica. En el mercado, verdadero corazón de este concurrido barrio barcelonés, se encuentra Caballa Canalla, un restaurante con tapas pero también con platos que recuerdan la tradición mediterránea.

Hay restaurantes que te caen bien en cuanto pones el pie en ellos. Es lo que me sucedió al entrar en Mexcla, un establecimiento del barrio de Gràcia de Barcelona. Un mexicano atípico al que llegué cuando habían terminado el servicio de mediodía. Su propietario, Cristhian Valencia, comía después del ajetreo matinal, y su jefe de cocina, Rubén Boldo, trasteaba con la mise en place de cara al servicio nocturno.

Hace cuatro años justos que el YOURS abrió sus puertas con vocación de alimentar informalmente pero sin perder ni un ápice de rigor gastronómico. Aniversario feliz, mucha energía positiva.

Los autóctonos del Poblenou que aún no lo conozcan se sorprenderán, y mucho, cuando descubran el restaurante Catacroquet, abierto el pasado mes de abril. El local, que se encuentra en un inmejorable chaflán de ese barrio, ocupa un antiguo bar-restaurante de “los de toda la vida”.

Son establecimientos con grandes cristaleras y una decoración en madera cálida y confortable, que podrían remitirnos a ciudades como Londres o Nueva York, y que ofrecen bocadillos, ensaladas y zumos saludables elaborados con producto local de cuidada calidad y a precios asequibles. En pocos años han proliferado en las calles de Barcelona y han ocupado establecimientos, a poder ser esquineros, en distintos barrios de la ciudad.

Los orígenes de este restaurante, hoy convertido en uno de los locales de referencia en cuanto a la buena comida en la zona de Sant Gervasi, se remontan a 1969. En ese año Manuel Varela, natural de la provincia de Orense –curiosamente la única de las provincias gallegas que no tiene mar– inaugura junto a su esposa Mayte Gago el Restaurante Marisquería la Xarxa que, unos años más tarde, se trasladó al actual emplazamiento de Casa Varela.

Una del mediodía, una pareja oriental y un grupo de italianos contemplan boquiabiertos desde sus taburetes el espectáculo más apetitoso cuando uno se dispone a “picar algo”: cómo cortan el jamón de bellota a mano con ese estilo inconfundible que ha hecho famoso este producto internacionalmente.

Sobre la mesa tienen ya unas cañas, olivas rellenas manualmente de anchoa y unas raciones de bravas y croquetas que captan la atención de los transeúntes. ¡Señores, esto sí que es un vermut!

Olvídate del fast food, del olor a frito, de las hordas de guiris y de los ingredientes congelados. Junto a la plaza Real de Barcelona, uno de los puntos más bellos y turísticos de la ciudad, hay por fin un restaurante donde se recupera el buen hacer en la cocina, con productos de calidad, un trato cercano y un ambiente acogedor.

El restaurante Manairó, galardonado con estrella Michelin desde hace siete años, es el fiel reflejo de la personalidad de su chef, Jordi Herrera. Su legado y la cocina que domina y disfruta es la catalana, así pues, en Manairó encontramos recetas rescatadas del olvido y renovadas pasándolas por el tamiz de su voluntad creativa.

Las ciudades siempre esconden secretos. Este es el caso de la Plaza Sant Felip Neri, a pocos pasos de la Catedral de Barcelona, que acoge el Hotel Neri. Se trata del único Relais & Châteaux de Barcelona, un lugar sofisticado donde ofrecen, para nuestro paladar, comidas sin parangón.

¿Es posible gastronomía conceptualmente ambiciosa y en pequeño formato, pero yendo más allá de la simple adoración por el producto? El respeto ciego a las materias primas parecía ser hasta ahora el camino para los establecimientos en la franja más accesible de precios como marchamo de buen hacer y conocimiento del pasado.

Corchos. Pleno centro de Barcelona, allí donde Rambla Catalunya toca Plaza Catalunya. Un poco más abajo, la Rambla. La ciudad condal recibe cada año más de 7 millones de turistas que a parte de admirar a Gaudí, también comen y beben.

Quienes se acerquen por vez primera a La Biblioteca Gourmande es muy posible que antes de conocerla se pregunten: ¿por qué llamar biblioteca a un restaurante? La respuesta, cuando nos la explican, es totalmente lógica. Si en una biblioteca se coleccionan y guardan libros para compartir con los lectores el gozo de su lectura, en un restaurante se hace prácticamente lo mismo con las recetas de siempre, que se atesoran y preparan para disfrutar sus maravillosos sabores con los comensales.

Me atreviría a afirmar que pocos productos han demostrado tal capacidad de resistencia en las preferencias gastronómicas del país como el bacalao. Considerado alimento de pobres durante décadas, reubicado casi como ingrediente de lujo en los últimos tiempos, el bacalao parece no envejecer nunca.

Afortunadamente, cada cierto tiempo nace en la Ciudad Condal algún establecimiento que huye de los estereotipos al uso en cuanto a los “locales modernos” y que, en cambio, apuesta por la recuperación de lugares emblemáticos y con historia. El Restaurante Cervecería Artesans es un ejemplo de ello. Está ubicado en un local construido en el siglo XIII, cerca de la iglesia de Santa María del Mar, cuando el Mediterráneo llegaba hasta lo que hoy es la calle Bonaire, donde los pescadores solían varar sus barcas.

Si uno de los elementos fundamentales de la moderna cocina de autor es la actualización de las recetas “de toda la vida”, ¿por qué no puede aplicarse el mismo concepto a las clásicas bodegas? Con esta idea, dos empresarios de la restauración barcelonesa, Joan Carles Ninou (El Xampanyet) i José Varela (Casa Varela, El Rosal, La Taberna del Born) han unido esfuerzos e ilusiones para poner en marcha la Bodega La Puntual.