La Jovita
Una cocina casera, elaborada sin prisas, con predominio del producto de calidad, donde encontraremos desde elaboraciones de carne de caza cuando es época a la siempre acertada combinación de mar y montaña, sin olvidar el pescado de la Costa Brava o los arroces con productos de primera como la langosta roja, el bogavante o el pichón. Es la propuesta culinaria de La Jovita per l’Esteve GV, un local recientemente inaugurado en Calonge, en el interior del Baix Empordà, a los pies del macizo de les Gavarres.
Al lado de la sinuosa carretera conocida como La Ganga, que conecta Calonge con la Bisbal d’Empordà y muy frecuentada por ciclistas, estuvo durante décadas el restaurante La Jovita, muy conocido en la zona por su cocina tradicional de raíz catalana. Ahora, el joven chef Esteve Garcia Vilanova y su pareja, Celine, jefa de sala, han cogido el reto de darle una nueva vida al local que sigue apostando por la cocina de antes, "hecha sin prisas y con mucho amor", tal como explica el chef y en la que destaca el producto de calidad y de proximidad.
Entras las herencias de la cocina de La Jovita, ahora adaptadas a la forma de hacer de Esteve, encontramos uno de sus platos clásicos, los caracoles guisados con conejo con un sofrito como los de antes, con cebolla y tomate, con ajo y zanahoria y cocinado a fuego lento durante dos días para garantizar que el plato tenga una gran potencia de sabor. Otras elaboraciones tradicionales como el fricandó de ternera con setas o combinaciones de mar y montaña como los pies de cerdo con gambas de Palamós también figuran en una carta formada por 25 platos fijos.
Aparecen propuestas de mar como el fricandó de lluerna al azafrán, el bogavante azul asado con cebolla al coñac o la raya en escabeche suave de algas del mediterráneo, sin olvidar otros pescados de las lonjas catalanas que pueden servir al horno, a la brasa o al estilo a la donostiarra. Entre los arroces, secos y caldosos, encontramos el de langosta roja de la Costa Brava, el clásico de pescado y marisco, el de bogavante azul del país o el de pichón de granja así como la fideuá de pescado y marisco.
Entre los entrantes, Esteve recupera un plato clásico de su abuela, que durante años regentó un restaurante y con el que la recuerda: son los macarrones al estilo Cisqueta que encontrará en la carta. Como primeros platos, ofrecen también la ensalada de ventresca confitada con naranja, menta y cebolla roja, los calamares a la romana con salsa tártara de lima o verduras ecológicas del huerto a la brasa.
Nada de lo que sirve Esteve le viene elaborado; todo pasa por sus manos incluso el aperitivo: él prepara el escabeche de los mejillones, el confitado de la ventresca de bonito con aceite de oliva y macera las aceitunas. "Todo está hecho en casa" insiste Esteve quien tras una amplia trayectoria en cocinas catalanas de aquí y de todo el mundo decide volar solo con este nuevo proyecto que acaba de abrir en Calonge.
"Tener un restaurante era un sueño que siempre había tenido", explica el chef de sólo 29 años. A pesar de su juventud, apuesta muy claramente por la tradición culinaria, desmarcándose de propuestas más innovadoras. "Hago una cocina de antes, quiero recuperar como se comía antes en la Costa Brava", explica desde la cocina de un restaurante que tiene una terraza con capacidad para una cincuentena de clientes, los mismos que pueden sentarse dentro. En invierno, por ejemplo, cuando es época de caza, el cliente puede probar elaboraciones clásicas como la becada, la liebre, la perdiz o el faisán.
Los postres también están hechos en casa: desde el pastel de queso de oveja curado, pasando por la tarta tatin, el coulant de chocolate o el biscuit helado al corte.
Al margen de la carta, en La Jovita per l’Esteve GV sirven un menú degustación que incluye dos aperitivos (bravas y croqueta de jamón y pollo de corral), dos entrantes (mejillones a la donostiarra y caracoles guisados con conejo) arroz de pescado y marisco y dos postres (tarta de queso y biscuit helado al corte).
El restaurante abrirá todos los días excepto los martes y en un futuro, además de comidas y cenas, podría servir también desayunos.
Fotos: Martí Artalejo