/ Marinera
Entrar en el restaurante Ultramar, situado en la Punta de l’Escala, allí donde los temporales de mar dejan huella, es como subirte a un barco de carga. La decoración, el formato y organización de la carta y los productos que ofrecen, con predominio del pescado, permiten al cliente vivir una experiencia culinaria muy marinera. Son productos de proximidad con un toque de recetario internacional a los que el director del local, Gerard Argemí, da una vuelta de tuerca y presenta en un curioso formato.
Cocina mediterránea, pasión por el producto local y un gran esmero en las cocciones. Estos son algunos ítems que podrían describir la cocina del restaurante El Nàutic by Cal Blay, situado en el primer piso del Club Nàutic de Vilanova i la Geltrú. El mérito de los profesionales que están tras los fogones no es otro que evitar enmascarar sabores; dejan que el propio producto demuestre su valía.
La cocina del establecimiento Golpe de estado, situado en la Ametlla de Mar desde hace unos tres años, parte del producto de mar fresco y un estilo mediterráneo vistoso y reformulado. El equipo de profesionales al frente del negocio promete cambiar tu estado de ánimo ofreciendo una “experiencia completa”. En ella, buscan provocar y sorprender.
“Casi todo el producto que ves aquí lo pesco yo: cigalas, calamares, gambas, rape, tintorera, lubina, dorada, rodaballo, pulpo, sepia, etc.”, nos dice Agustí Comes, patrón del barco Montclar de Vilanova y propietario de La Maroteca, un restaurante que, solo entrar, nos recibe con una parada de exuberante pescado y marisco fresco, expuesto para tentarnos y poner en alerta todos nuestros sentidos.
Quien iba a decir que un antojo tras una noche de fiesta en la sala Apolo acabaría convirtiéndose en un fructífero negocio con siete restaurantes, y uno más que está en camino, dedicados a este clásico icono de la gastronomía británica: el fish and chips. Fue en 2015 cuando Mani Alam y su hermano Magid, junto con su cuñado Bilal, abrieron The Fish and Chips Shop, un pequeño local en la calle Rocafort con Gran Via. “Era el único local de fish and chips de Barcelona y coincidió con el auge del street food.
El Llagut de Tarragona es uno de los locales del casco antiguo más consolidados de la ciudad. Permanece en activo desde 2003 y, desde entonces, tanto el equipo de cocina como el de sala se ha esforzado en hacer de su cocina lo más respetuosa con el medio ambiente posible, con una filosofía ‘slow food’. Ramon Martí, al frente del negocio, se describe como un “cocinero de la memoria”, afirmación a partir de la que concibe que, cada cual tiene unos referentes, pero que “hay que aprender con la mente abierta”, dice.
Actualmente, Cambrils es una de las localidades catalanas que merece el calificativo de “villa gastronómica”. A la tranquilidad de su entorno y las hermosas playas de que disfruta, se añade una larga lista de buenos restaurantes para hacer de esta población de la Costa Dorada un lugar ideal para unas vacaciones o una escapada relajante.
Hace dos años, en esta misma sección, nos ocupábamos del que definíamos entonces como “uno de los mejores restaurantes de producto marino no sólo de Andalucía sino de toda España”. En este tiempo, Los Marinos José no sólo ha revalidado esa afirmación sino que ha dado más pasos adelante en busca no sólo del mejor marisco y pescado sino de nuevas formas de tratarlo y presentarlo sin abandonar nunca el máximo respeto hacia esa excepcional materia prima que manejan.
Hace veinticinco años a Barcelona le cambió un mucho la cara y un poco el alma. Fue el fantástico año 92, el cambio olímpico significó un abrazo con el hasta entonces olvidado Mediterráneo. En el centro físico de ese abrazo, en la playa de Bogatell, encontramos Xiringuito Escribá, también nacido en el 92 y donde de algunos aún percibimos ecos de esa energía y del espíritu cosmopolita de una ciudad que conquistó al mundo.
Familia de restauradores de la Barceloneta. Una buena carta de presentación para un restaurante del barrio marinero de Barcelona. Después de toda una vida dedicada a Can Ros, restaurante emblemático del barrio que en 2008 cumplió su centenario, los abuelos Ramón y Rossita fueron los impulsores de abrir La Mar Salada en 1993.
Pensar que hace falta arrimarse a la costa, a un pueblo con mar, para disfrutar en un restaurante especializado en pescado y marisco es una idea del pasado, un planteamiento equivocado que solo puede conducir a privarse del placer de comer dicho género a decenas de kilómetros de un puerto, un paseo o un muelle donde nos peine la brisa. Y más desde que los aeropuertos son la principal puerta de entrada de pescado (salmón, pulpo, pez espada, crustáceos, merluza…) procedente de países como Chile, Noruega, Namibia, Vietnam y Suráfrica.