Ancas de rana, manjar controvertido
¿Excentricidad o aversión? Hay quien no las ha probado nunca, pero comer ancas de rana a muchos les sonará a reto de reallity gastronómico o a castigo en una cena de amigos con menú cerrado. Pero lo cierto es que este plato, que muchos miran con cara rara, ha sido considerado un bocado de alta cocina desde hace siglos. En un mundo donde la gastronomía exótica gana terreno y lo diferente tiene siempre un valor añadido, las ancas de rana siguen ahí, desafiando prejuicios y levantando pasiones. ¿Manjar exquisito o locura culinaria? Decídelo tú, pero antes, déjame contarte más sobre esta delicadeza tan debatida. Y, sobre todo, ¡decídelo una vez las hayas probado!

La historia de las ancas de rana: mucho antes de MasterChef
Aunque muchas personas las asocian únicamente con la cocina francesa, la historia de las ancas de rana empieza mucho antes de que un cocinero galo las rebozara con mantequilla. De hecho, hay restos arqueológicos que indican que en China ya se comían ranas hace más de 4.000 años —¿le extraña a alguien?—. Asimismo, en el Antiguo Egipto, y más adelante, en la Edad Media europea, especialmente entre monjes que, en tiempos de cuaresma, las clasificaban como “pescado” para poder seguir comiéndolas sin pecar —truquillos religiosos, ya sabes—.
En Francia, el consumo de ancas de rana se popularizó especialmente a partir del siglo XVII, y hoy sigue siendo una seña de identidad de la cocina del país, sobre todo en las regiones del este como Dombes o el Franco Condado. Pero ojo, que también tienen tradición en lugares como Vietnam, Indonesia, México o Estados Unidos. Lo que hoy vemos como una comida gourmet internacional, viene de lejos y con mucho recorrido.

¿A qué saben las ancas de rana? Y otras preguntas incómodas
Vale, lo primero: no, no saben a pollo. O bueno, sí… pero tal vez no. Un poco Neruda de su parte, “no la quiero, es cierto. Pero tal vez la quiero”. ¡Es tan complicado hablar de un sabor sin probarlo! ¿A qué sabe el pollo, si tuvieras que explicárselo a alguien que jamás lo ha probado? Sin embargo, sí podemos decir que el sabor de las ancas de rana está a medio camino entre la pechuga de pollo y el pescado blanco —hazte una idea—.
De textura suave, delicada, que recuerda a la del lenguado o la merluza, pero algo más firme y jugoso. Su sabor es sutil, ligero, lo que hace que funcionen bien con todo tipo de condimentos y salsas. Es decir, podría decirse que hay pocas cosas más tristes que un anca de rana seca, mal frita y con poca salsa.
En Francia se suelen servir con mantequilla, ajo y perejil, en una receta que resalta su ternura sin esconder su esencia. En Asia, en cambio, es más común verlas salteadas con salsas especiadas, picante, jengibre o incluso curry. Como ves, las recetas con ancas de rana no conocen fronteras ni límites, pero sí una fórmula: sabor suave, ¡salsa potente!

Recetas con ancas de rana: ¿te atreves?
Si has llegado hasta aquí, puede que te estés planteando seriamente probar unas ancas de rana. Aquí va una receta clásica, para que puedas presumir de paladar aventurero —y de cena diferente— sin complicarte demasiado:
Ancas de rana al ajillo
Ingredientes:
- 12 ancas de rana (congeladas, en tiendas especializadas o mercados)
- 4 dientes de ajo
- Buen manojo de perejil fresco
Aceite de oliva virgen extra
- Sal y pimienta
- Harina para rebozar (opcional)
- Limón para servir
Elaboración:
Si están congeladas, descongelar con tiempo y secar bien.
Pasar ligeramente por harina si se desea un toque crujiente. Si no, sumergir directamente en el aceite caliente.
Dorar las ancas por ambos lados (2-3 minutos por lado).
Añadir el ajo laminado y el perejil picado y saltear un par de minutos más.
Salpimentar y servir con unas gotas de limón.

Curiosidades culinarias: lo que no sabías de las ancas de rana
¿Sabías que existen granjas especializadas en ranas solo para consumo humano? ¿O que en Francia tienen su propia "ruta de la rana"? ¿O que hay un Día Mundial del Anca de Rana (el 15 de marzo, ¡no hagas planes!)? Como ves, si hablamos de curiosidades culinarias, las ancas de rana se llevan la palma.
Además, aunque no lo parezca, son una excelente fuente de proteína magra, con muy pocas calorías y un perfil nutricional parecido al del pescado blanco. Si se crían de forma sostenible, incluso pueden tener menos impacto ambiental que otras carnes más convencionales. Una buena razón para quitarles esa etiqueta de “raro” y empezar a verlas como lo que son: un producto con historia, cultura y sabor.
Las ancas de rana no son para todo el mundo, lo entiendo —y está bien—. Pero reducirlas a una rareza o una extravagancia sería no hacer justicia a su tradición, a su lugar en la historia y a todo lo que aportan a la comida gourmet. En un mundo donde cada vez se valora más la autenticidad, la diversidad y la apertura mental, quizá va siendo hora de darles una segunda oportunidad.
