Porque la palabra Pitanza hace referencia al mundo gastronómico. De hecho, ésta ya aparecía en los textos de El Quijote como sinónimo de comida. Circunstancia que nos da una pista de lo que nos vamos a encontrar en este restaurante familiar que se encuentra ubicado en el casco antiguo de la ciudad. Y es que La Pitanza es tradición, cuchara y sobre todo buena gastronomía de la mano de Belén.
/ Restaurantes en valencia
Laura y Marta Benito llevan más de 30 años sin separarse la una de la otra. Siempre han compartido colegio, amigos, carrera y aficiones. Como a ellas les gusta decir son el ‘cap i cua’ (cabeza y cola) de un todo que les mantiene unidas desde el mismo momento de nacer. Y ahora, a su historia tanto personal como profesional, han añadido un nuevo capítulo: la reciente inauguración de Casa Capicúa.
A pesar de que su origen no es italiano, y su formación tampoco tiene nada que ver con el sector gastronómico, estos dos jóvenes madrileños, Jorge de Blas y Hugo Rodríguez de Prada, son el alma mater de un exitoso proyecto que difiere mucho del concepto clásico de pizzería que tenemos en España. Un concepto 100% importado de Nápoles que seduce por igual al público más generalista y a los paladares más gourmets.
Y es que su actual y reciente propietario, Óscar Casasnovas, quería recuperar su pasado glorioso a base de una propuesta gastronómica sencilla donde poder ofertar desde un pincho de tortilla a mitad mañana hasta una copa con los amigos al salir del trabajo. Porque así está convencido de poder recobrar la tradición de uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad que ahora, con tanto restaurante gastronómico y cadenas de comida rápida, ha perdido su verdadera esencia.
Mª Angeles Pons, jefa de sala, y Anabel Barrachina, chef, son dos jóvenes amigas y emprendedoras que decidieron lanzarse a esta aventura gastronómica influenciadas por la filosofía vegetariana de Anabel y su pasión por la cocina. Su experiencia, como jefa de cocina en varios establecimientos de la localidad, las llevó de cabeza a este mundo que tanto le apasionaba, pero desde una perspectiva diferente: la cocina vegetariana.
Pero nadie, absolutamente nadie, hacía presagiar esta circunstancia cuando en el 2014 montaron un ‘club gourmet’ en el chalet de los padres de Abe. Todos los viernes, cuando terminaban sus estudios, iban a comprar los productos con los que experimentaban cada fin de semana en la vivienda familiar. Eran un grupo de dieciséis amigos, todos ellos amantes de la gastronomía, aunque Roberto Rodríguez, actual chef, era el único que por aquel entonces se estaba formando en cocina.
Marisa García y Roberto Pedrosa son dos amantes de la gastronomía, dos personas que llevan la cultura gastronómica muy arraigada porque les gusta comer y porque llevan casi toda la vida dedicada a ello. Hace 19 años que aterrizaron en Valencia para traer al mediterráneo esas recetas de su tierra de las que ellos se sienten tan orgullosos. Una cocina contundente y casera, que ellos saben hacer a la perfección porque son partidarios de “dejar hacer a cada uno lo que mejor sabe” afirma Roberto.
En 1972 fue fundado por Don Enrique Grau Moliner que contaba por aquel entonces con 10 años de trayectoria dentro del sector hostelero. Él con su constante trabajo, su buen hacer y su carácter jovial consiguió hacerse un hueco en el mundo de la gastronomía valenciana. Por su cercanía a la Plaza de Toros, eran muchos los toreros y amantes de esta práctica que acudían asiduamente al Palacio de la Bellota antes y después de las tardes taurinas.
Aquí el chef valenciano desarrolla una cocina diferente a la que nos tiene acostumbrados, alejada de la cocina japonesa más purista. Un claro ejemplo de esto es su carta en la que se pueden encontrar platos donde el producto autóctono y de temporada es el protagonista y donde, además, se ven reflejadas la suma de experiencias, tanto personales como profesionales, que Laso atesora. “Aprendí cocina como modo de expresión en Japón pero soy valenciano.
Tras pasar por varios restaurantes con estrella Michelin como Akelarre de Pedro Subijana o El Poblet de Quique Dacosta, Marta Lapiedra y Andreu Reig decidieron emprender su andadura gastronómica en solitario. Ellos tenían ganas de crear, de hacer su propia cocina y dejar volar su imaginación en platos que hasta el momento solo estaban en su cabeza. En cada una de sus creaciones recuerdan la comida de sus respectivas madres, de la tierra, de sus orígenes y de los viajes que han llenado sus mochilas de sabores e influencias.
Carito Lourenço y Julia Ascanio son dos mujeres de rompe y rasga que han revolucionado desde La Central de Postres el panorama gastronómico de la ciudad de Valencia, cubriendo una necesidad hasta ahora prácticamente inexistente del canal horeca: la buena repostería. O lo que es lo mismo, aquella que te deja un buen sabor de boca lejos de empalagar.
Pero la aventura de Napicol no comienza aquí. Su chef y propietario, Chemo Rausell, ideó una vida alejado de los fogones. Estudió Publicidad y Relaciones Públicas aunque pronto se dio cuenta de que ésta no era su verdadera vocación. Por eso, al terminar sus estudios empezó a trabajar en restaurantes de referencia de la ciudad. Fue en uno de ellos donde conoció a Ana Becerro, su compañera de vida y de profesión. Junto a ella abrió Gula, un gastrobar donde las tapas hechas con cariño eran el punto fuerte.
Como en cada servicio, a las puertas del restaurante nos recibe Vicente Romero Sanchis, hijo del fundador y actual gerente. Su trato es amable, cercano y muy profesional. No en vano tuvo al mejor maestro, su padre Vicente Romero Tadeo quien, después de toda una vida dedicada a la hostelería, decidió hacer su sueño realidad abriendo su propio negocio de cocina valenciana tradicional en 1991.
En estos dos años de andadura de Doña Petrona, sus propietarios Germán y Carito han conseguido poner de moda el consumo de la típica empanada argentina en Valencia. Circunstancia que no es de extrañar ya que a su origen argentino se une la convicción de que este producto, cuya receta es elaborada por Carito siguiendo la original de la madre de Germán, es el emblema de su “casa de comidas” donde se fusiona lo español y lo argentino a partes iguales.
Y es que German Carrizo y Carito Lourenço, anfitriones y propietarios, han logrado traer a su restaurante a los chefs número 1 de Argentina para cocinar a 6 manos en las jornadas “Los hermanos sean unidos”, un lema que hace referencia al poema que en 1872 escribió José Hernández sobre el exilio.