¿Cuál es el secreto para que la yema quede jugosa? ¿O para que la carne no quede fría por dentro? En el restaurante El Vermut de Figueres nos dan cinco consejos para tener éxito con estas dos recetas y no morir en el intento. De entrada, se precisa la máxima calidad de los productos que se utilizan.
/ Girona
A sus impulsores, Juli Casi y Javier Benítez, vinculados desde hace años al sector de la hostelería, les gusta decir que hacen slow fast food, una cocina rápida, pero sana, delicada y trabajada, que mima mucho el producto.
Con sólo 22 años su cocina tiene una chispa difícil de encontrar en chefs de su misma edad. Su paso por la prestigiosa escuela de hostelería Hofmann y compartir fogones con el triestrellado Joan Roca, del Celler de Can Roca de Girona o Fina Puigdevall, de Les Cols de Olot (2 estrellas) han forjado la personalidad culinaria de Víctor, que hace apenas tres meses decidió abrir su propio negocio en el local ocupado anteriormente por el restaurante Bocca.
En 2011, tres amigos que no provenían del mundo de la restauración pero que tenían la voluntad de iniciar un proyecto común abrieron El Doll, un bar restaurante con una peculiaridad: diez surtidores de cerveza que funcionan a modo de autoservicio mediante una tarjeta prepago. Para acompañar la cerveza optaron por una pareja infalible: las tapas.
En verano apetece hacer una escapada al Ampurdán, recorrer las calas de la Costa Brava y comer pescado de calidad.
Aiguablava es una preciosa cala que resume como pocas las características icónicas de la Costa Brava, acantilados y salientes rocosos interrumpidos por menudas extensiones de arena en las que abandonarnos al estado vacacional rodeados de belleza. En el acceso a la playa encontramos Toc al Mar y su terraza-comedor con vistas a la felicidad.
En pleno centro de Figueres, muy cerca de la Rambla y del Teatro El Jardín, encontramos un local que ofrece tapas de máxima calidad basadas en productos de alta gama. Se trata de El Vermut, un lugar para ir a comer, a cenar o a tomar un bocado entre horas con la seguridad de estar probando el mejor producto del territorio, tratado con el máximo respeto y a un precio sumamente recomendable.
La cristalera de la entrada ya hace que muchos paseantes se detengan ante el Manduca. La decoración que va cambiando Romina, con tiestos de flores o con lo que más se adapte según la temporada, ya indica que en este restaurante las cosas se hacen con mucho cariño. Uno ve enseguida que la decoración, que combina muebles restaurados, con máquinas de escribir Olivetti o sifones antiguos, tiene personalidad sin olvidarse de ser acogedora.
En el corazón del barrio más carismático de la ciudad de Girona, el Barri Vell, se encuentra el restaurante Arròs i Peix, que combina una parada de pescado y marisco, como las que podemos encontrar en cualquier mercado, con un restaurante propiamente dicho.
El restaurante Coordenades se halla en el local que, anteriormente, albergaba el Café de Nit, un punto de reunión habitual para los habitantes de Figueres. Su nombre hace alusión a las coordenadas geográficas del punto en que se ubica, concretamente, por si alguien quiere ir utilizando su navegador, 42º15’57” Norte y 2º57’26” Este.
Los que conocemos desde hace años los locales gastronómicos de la capital de l’Alt Empordà, por cierto, comarca referente en la restauración de Catalunya y España como bien demostró el gran Ferran Adrià, tuvimos una gran decepción con el cierre de El Dynàmic.
La villa de Llagostera se halla en una situación privilegiada en la comarca del Gironès, junto a la carretera que une Girona con Sant Feliu de Guíxols y otras poblaciones y playas de la Costa Brava, como Santa Cristina d’Aro o, algo más lejos, Palamós. A la salida de la población en dirección a Sta. Cristina, junto a la vía verde en que se ha convertido el trazado de la línea de “carrilet” que unía Girona con Sant Feliu, encontramos una masía del siglo XVII.
La Costa Brava está llena de lugares magníficos, de rincones encantadores, de atalayas con vistas privilegiadas, de edificaciones medievales que todavía se conservan como testigos de nuestra historia… Pero hay un puñado de lugares que reúnen en sí mismos todas las condiciones mencionadas para convertirse en espacios sublimes.
En Batet de la Serra, a un par de kilómetros de Olot por la carretera de Santa Pau, encontramos el Hostal dels Ossos. Fundado en noviembre de 1976 por los abuelos Joan y Pilar, el que entonces era un pequeño hostal ha ido creciendo, con el afán, esfuerzo y dedicación de hijos y nietos de la saga familiar.
No existe una fórmula de alquimista, no hay más secreto que el trabajo diario y las ganas de revolución año tras año, para convertir lo que en 1986 era una pequeña brasería en Can Massana, un restaurante que en 2008 fue merecedor de recibir una estrella Michelin. Pere Massana, su chef y propietario, tiene un lema: "renovarse o morir", y está claro que las críticas nacionales e internacionales no están por la labor de dejarle salir de la cocina. Y él tampoco.
Hasta hace pocos siglos, la cocina silvestre era la que predominaba en las casas rurales de los pueblos, una cocina que dependía de la flora espontánea y de su recolección in situ. Sin embargo, ahora que el campo ha quedado atrás en pro de la ciudad, hemos olvidado completamente el sabor y los olores de muchas plantas y frutos silvestres.
"Esencia, sobriedad, naturalidad, atemporalidad. Es una búsqueda de nuestros orígenes, de la pureza culinaria". Esa es la filosofía de la que Pere Massana quiso impregnar a su restaurante, Nu (desnudo en catalán). De ahí el nombre.
Situado en lo que era La Confiteria Roca de Girona, el restaurante de Pere Massana tiene un único comedor con una capacidad de 38 cubiertos. Su oferta gastronómica se basa en los platos de pequeño formato, raciones para picar y una barra activa.