La Brutal lo tiene todo para triunfar: una magnífica ubicación en el corazón del casco antiguo de Girona, productos de proximidad y de máxima calidad, y un cocinero de altura como Marc Ribas, con ideas muy claras y propuestas gastronómicas atrevidas y jugosas. "Este es un restaurante que explica la cocina catalana a través de la hamburguesa", asegura el mediático chef. Unión de modernidad, territorio y tradición catalana en una propuesta de hamburguesería que sorprende y apasiona al mismo tiempo.
/ Girona
Paisaje abrupto, olores y sabores marinos, percibo la Mar d’Amunt desde que, hace 34 años, Paco Pérez, se hizo cargo del restaurante fundado por los abuelos de Montse Serra, su esposa y directora de todo, que ha conseguido una gran sala, apoyada por Manel Espinet y Toni Gata. Hoy cuenta con dos estrellas en Llançà y tres más entre Barcelona y Berlín, con lo que es el chef catalán con más estrellas Michelin.
A solo diez minutos a pie de Olot, escondido entre los árboles de un jardín botánico con presencia de fresnos, hayas, arces blancos y robles centenarios está la Font Moixina, una antigua masía que a finales del siglo XIX se reconvirtió en restaurante. En este entorno de paz y tranquilidad, hace cuatro años que Miquel Alongina y su esposa, Anna Maria Pijoan, llevan las riendas de un local que ofrece cocina exquisita y elaborada a buen precio.
Todo empezó hace tres años cuando la familia Rom compró un chalet a orillas de la playa del Salatá que ha convertido en un restaurante de dos plantas muy luminoso, con privilegiadas vistas al mar y donde predomina la piedra, el hierro y la madera. La planta baja, con capacidad para 45 comensales y un espacio de terraza, abrió el pasado 17 de junio como taberna y de cara al próximo año se inaugurará el restaurante gastronómico en la planta superior.
"El producto que entra en casa siempre es de la mejor calidad, es la base de nuestra cocina". Con esta declaración de intenciones, Calsina deja claro de entrada el secreto de su propuesta gastronómica. Calidad máxima y siempre que puede extraída de un entorno de km 0.
La familia Rom, dedicada a la hostelería y propietaria también de dos pequeños hoteles en Roses y del Restaurante Rom, junto al paseo marítimo, ha abierto recientemente en la plaza Catalunya La Bodega, un local de tapas elaboradas que funcionará durante todo el año.
A nueve kilómetros de Roses y siguiendo la carretera que lleva hasta el antiguo restaurante El Bulli de Cala Montjoi (donde actualmente se levanta el nuevo proyecto gastronómico de Ferran Adrià, el BulliFoundation) encontramos otras pequeñas calas alejadas de la masificación turística y con unas vistas espectaculares del privilegiado entorno en que se encuentran. Uno de estos lugares es cala Pelosa, situada al abrigo del cabo Norfeu, a veinte minutos en coche del centro de Roses.
Hace ocho años que Toti Pigem abría el local, situado en una antigua casa señorial de 1900 en la Pujada de la Mercè, a poca distancia de la Girona más turística pero al abrigo del bullicio. Un establecimiento que tiene entre sus atractivos más destacados un fabuloso jardín que se ha convertido en un inmejorable escenario para disfrutar de una buena comida o una copa a la luz de las velas en pareja o con los amigos. Transcurrido este tiempo, Pigem y el chef Ángel Roqueta han sacudido completamente la carta partiendo de la base de siempre: que el producto sea de calidad.
La terraza y el comedor del restaurante Oreig simulan ser una barca vieja salida del mar, con el casco despintado por el embate de las olas. "Hemos querido traer el mar a dentro del local", explica Josep Maria Malé, propietario de este negocio que, desde su apertura en verano de 2015, está especializado en cocina japonesa y mediterránea. Precisamente el mar es el gran protagonista de la mayoría de platos que salen de su cocina, tanto los de raíz asiática como los de la carta de proximidad.