
Can Lampazas: un templo gallego en Barcelona

Productos gallegos, cocineros gallegos...hasta la piedra de las paredes y las baldosas del suelo son traídas desde Galicia. Cocina basada en la tradición y el producto. Un templo gallego en Barcelona.
Dos enormes calderos de cobre dan la bienvenida al comensal. Situado frente a ellos, Enrique Arango cuece, corta y adereza los pulpos con la agilidad adquirida tras años de oficio. Este lucense de mirada sonriente no se conforma con cocinarlos al punto exacto en que la carne cede con elegancia al mordisco sino que también los transporta hasta la mesa y charla con los comensales. Proximidad total.
Al fondo de la sala (enorme, elegante, luminosa) encontramos la cocina donde Saúl López comanda el segundo motor gastronómico del local: una coquinaria basada en el producto (traído al 80% de Galicia) y el respeto radical a la tradición. Cocina directa donde manda la brasa y el puchero.
Para entender la querencia absoluta de Can Lampazas hacia sus orígenes gallegos, basta decir que traen las hogazas de pan desde allí. No nos sorprende, en Galicia se hace el mejor pan de España, el trigo del país tiene buena parte de la culpa.
El servicio es atento y formal (presentación y desespinado del pescado en la sala), mesas de madera gallega entre paredes forradas con piedra gallega y suelo hidráulico gallego. Parece una exageración pero no lo es, es así.
Buena comodidad (dos tipos de silla, nos gusta más la forrada con cuero) y detalle final: toda la vajilla es de Sargadelos, nevera doble al fondo de la sala, en una mitad encontramos la carne de rubia gallega (ganadería de Lampazas, aldea de Samos en la provincia de Lugo que da nombre al local) en la otra, los distintos frutos del mar.
Caldo gallego
La preciosa sopera de Sargadelos transporta el caldo esencial de la historia gallega, un país entero para servir a cucharones. Elaborado con lacón, grelos, fabas, repollo y unto. La definición de una gastronomía para zampársela a cucharadas. Profundidad, complejidad y calidez. Hazme caso, un plato imprescindible.
Pulpo a feira
Nos cuenta Enrique que poner las patatas bajo el pulpo no es lo tradicional y que ellos prefieren que quede clara la buena cantidad de pulpo que hay en cada ración . Lo cortan en cachos grandes, bocados jugosos alejados de las miserables moneditas delgadas que algunos se empeñan en hacer pasar por canónica tradición. Enrique utiliza un 70% de pimentón dulce de la Vera y un 30% de la variedad picante. Espectacular.
Lubina salvaje a la brasa
Las carnes marinas trabajadas en el gimnasio del perseguir a la presa y cazar entre corrientes. Es una lubina de musculatura recia y espectacular. Ejemplares de aproximadamente un kilo, simplemente cocinadas a la brasa al punto exacto de jugosidad, cuando las lascas se separan como las del bacalao. Nos cuenta Saúl que cocinarlas más "es un pequeño crimen. No tiene sentido tener un pescado salvaje de tanta calidad si no conseguimos dejarlo en su mejor expresión". Se acompañan con verduras marcadas en parrilla.
Solomillo de rubia gallega
Cocción milimétrica (literal) del exterior, lencería roja y sexy en los interiores de cada cilindro monumental. De 500g a 600g, casiná. En boca, la carne se funde como la mantequilla, con extrema suavidad. Se acompaña con patata frita hecha al momento (variedad Kennebec, la patata gallega habitualmente cultivada en secano) y pimientos de Padrón.
Larpeira
Esta tarta tradicional es un gran final para la fiesta. Con una miga extraordinariamente etérea y esponjosa, su sabor recuerda al brioche y combina el dulzor intenso con el aroma y sabor ligeramente anisado.
Galeria
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