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Amama abrió en el corazón de la parte vieja de San Sebastián, cuando los ecos de la pandemia todavía rondaban por sus calles. Parte de un proyecto grande, el restaurante se ubica en la primera planta del hotel Atari, lo que podría ser el hotel mejor ubicado de la ciudad, con sus vistas a la basílica de Santa María y las sociedades gastronómicas donostiarras más famosas.
¿Cuántos años tienen que pasar para que un local se convierta en clásico? Quizá uno diría décadas, que cuesta años comprobar viabilidad y hay que ver si después de un tiempo el público sigue viniendo igual.
De marchante de arte a propietaria de un par de restaurantes. Esta sería una manera breve de definir la trayectoria de Soledad Urabayen. Navarra de origen, dejó su carrera profesional en el mundo del arte para poder estar más tiempo con sus hijos y, junto a su marido, Ramón Padrosa, abrieron su primer restaurante en Sant Cugat, el Rondes, a finales de 1993.
La moderna gastronomía vasca, especialmente la que se conoció como “cocina en miniatura”, debe mucho a los hermanos Santamaría, Jesús y Mikel. En 1996 crearon el grupo Bokado, principal impulsor de esa alta cocina de los pinchos. En estas dos décadas el grupo ha orientado su actividad principal al mundo del catering y de la celebración de todo tipo de eventos, aunque mantiene dos restaurantes en la capital guipuzcoana, uno en el Aquarium de la ciudad y otro en el Museo de San Telmo.
Este negocio comenzó a andar de la mano de José Salguero Castilla, el padre, en el año 1997. Veinte años después es su hijo quien está al frente del establecimiento después de haber vivido la hostelería desde la infancia y formarse durante cuatro años en Aiala, la escuela de cocina de Karlos Arguiñano, quien posteriormente fue su mentor. Con estos antecedentes no es de extrañar que en Curro Castilla se coma un bacalao al pil pil o a la vizcaína de los auténticos y con nota muy alta.
“Si antes me encantaba Urepel, ahora que encima sabemos que sois vosotros, los de La Muralla, todavía venimos más contentos”. Son palabras de la clientela en boca de su propietaria, la donostiarra María Eugenia Bozal, que en este primer año de nueva trayectoria del restaurante ha conseguido evocar los más bellos sentimientos que se pueden despertar desde una mesa.
Charolais, imprescindible restaurante de Fuengirola, es un fiel reflejo de su creador, Florentino Morillo Doblas, más conocido por sus amigos como Floren, amante de la gastronomía, excelente cocinero, y uno de los empresarios de hostelería más comprometidos con su oficio y con más vocación de los que conozco.
Desde hace bien poco, un par de meses, un pedazo de Donostia se encuentra en Barcelona. Hablo de Zeruko, que desde 1982 aporta novedad a lo viejo de la capital guipuzcoana.