El Passadís del Pep no tiene cartel en la puerta. Un "2" metálico aparece discretamente sobre un portal que se muestra anónimo. Tras el mismo encontramos el pasillo (el passadís) que conduce hasta el restaurante. Apenas visible, es un tesoro situado en una plaza (el Pla de Palau) histórica y singular. Un enclave privilegiado donde Barcelona durante siglos se relacionó con el mar, es decir, con el mundo. Y donde ahora Joan Manubens Subias timonea este restaurante entregado a la cocina cimentada en la tradición y el producto.
/ Tradicional
Marisa García y Roberto Pedrosa son dos amantes de la gastronomía, dos personas que llevan la cultura gastronómica muy arraigada porque les gusta comer y porque llevan casi toda la vida dedicada a ello. Hace 19 años que aterrizaron en Valencia para traer al mediterráneo esas recetas de su tierra de las que ellos se sienten tan orgullosos. Una cocina contundente y casera, que ellos saben hacer a la perfección porque son partidarios de “dejar hacer a cada uno lo que mejor sabe” afirma Roberto.
Los que se habían acostumbrado a degustar las bravas y al famoso bocadillo de chipirones del bar Casa Nova mientras contemplaban el majestuoso edificio del antiguo mercado del Borne, ahora les toca cambiar de concepto.
“El pimiento ha de ser verde, los tomates colorados, la berenjena espinosa y los amores callados”. No es cosa mía, lo dice una copla leonesa que adelanta el significado de la expresión meterse en un berenjenal, pues estos, en el campo, suelen estar sembrados de espinas puntiagudas que dificultan el trabajo y exigen trabajar con prudencia y debida protección.
Pero la aventura de Napicol no comienza aquí. Su chef y propietario, Chemo Rausell, ideó una vida alejado de los fogones. Estudió Publicidad y Relaciones Públicas aunque pronto se dio cuenta de que ésta no era su verdadera vocación. Por eso, al terminar sus estudios empezó a trabajar en restaurantes de referencia de la ciudad. Fue en uno de ellos donde conoció a Ana Becerro, su compañera de vida y de profesión. Junto a ella abrió Gula, un gastrobar donde las tapas hechas con cariño eran el punto fuerte.
Como en cada servicio, a las puertas del restaurante nos recibe Vicente Romero Sanchis, hijo del fundador y actual gerente. Su trato es amable, cercano y muy profesional. No en vano tuvo al mejor maestro, su padre Vicente Romero Tadeo quien, después de toda una vida dedicada a la hostelería, decidió hacer su sueño realidad abriendo su propio negocio de cocina valenciana tradicional en 1991.
Los orígenes de este emblemático restaurante nos trasladan al puerto de Ciutadella de los años 70, cuando el Cafè Balear era un bar o taberna regentado por la familia Caules, que acogía a la gente del mar a primeras horas de la mañana, antes de salir a trabajar.
La calle Recoletos, pese a su corto trazado, es una de las de mayor concentración de restaurantes de Madrid. Una oferta variada que va de establecimientos informales o asadores hasta cocinas foráneas como la tailandesa, la mexicana o la marroquí. Se une ahora esta casa de comidas, recién abierta, que apuesta de manera decidida y sin complejos por una cocina muy tradicional que se completa con un equipo de sala muy profesional. Nada más entrar, una amplia barra con cocina ininterrumpida permite tomar un aperitivo o picar algo de manera informal a lo largo de la tarde.
La frase ya está muy manida y en el fondo no expresa más que una perogrullada, pero en ocasiones viene bien desempolvarla y situarla en el escaparate: “No existe modernidad sin una buena tradición”. Los responsables del restaurante Ergo, penúltima sensación de Miranda de Ebro (Burgos), son conscientes de ello y por eso se alinean junto a referentes como Ferran Adrià cuando destacan esas siete palabras en la página web de su negocio.
Hace ya 6 años de la creación del local La Boca te Lía. Cuando dos jóvenes amigos comenzaron esta andadura no podían dar crédito del éxito de público que cosecharon desde el minuto uno vendiendo, principalmente, bocadillos y patatas fritas. El día de la inauguración de su primer local, situado en Alcantarilla, invitaron a todos sus amigos para llenar el restaurante, pero para su sorpresa tuvieron que quedarse fuera porque medio centenar de clientes acudieron por su propia iniciativa.
En la mejor zona de pinchos de Bilbao, la calle Licenciado Poza, a un paso del estadio San Mamés, El Viejo Zortzi es una de las opciones más atractivas para comer en la capital vizcaína. Su carta de platos clásicos, elaborados a partir de un producto bien seleccionado, garantiza una buena comida, de esas que llamamos "confortables". No hay en esta veterana casa, con aires de taberna elegante, lugar para la sorpresa. Todo es muy tradicional en la oferta, y todo está rico.
En el corazón castizo de Madrid, frente a la popular plaza de las Vistillas, a un paso de la catedral de la Almudena y del Palacio Real, Casa Piluca mantiene la esencia de las viejas casas de comidas, esas que han conservado la identidad de la cocina tradicional madrileña incluso en los años en que parecía condenada a desaparecer.
El primero en abrir el pasado octubre fue Carmen Casa de Cocidos, un restaurante donde se ofrece como plato único cocido madrileño en servicio de comidas y La Santpere, restaurante de cocina tradicional catalana, que abre durante el servicio de cenas desde el pasado febrero.