/ De fusión

Gil Currius duerme con una libretita junto a la cama. Cuando se despierta con una idea brillante e innovadora, toma nota y al día siguiente la experimenta en sus fogones. Y seguramente esta es una anécdota que define la filosofía de este cocinero y su local, Bareku. Situado en el caso antiguo de Vic, trata el producto de temporada con mimo y busca dar una vuelta más al recetario popular.

Cuando uno entra en el enorme local de Papúa, en los bajos de la céntrica plaza de Colón de Madrid, tiene la sensación de estar en uno más de esos sitios de moda que proliferan en las grandes ciudades en los que lo más importante no es la comida sino la decoración y un tipo de público más pendiente de ver o ser visto que de los aspectos gastronómicos. Sin embargo en este restaurante inaugurado hace pocas semanas, no se come nada mal.

Cuando vas a comer a un lugar que se llama Rincón K’naya sabes, sin duda, que lo que te vas a encontrar tiene un punto actual, pero si, además, se trata de un restaurante donde una de las cabezas visibles es un cocinero con mucha experiencia, como es el caso de Iván Bravo, puedes esperar, además, que cada plato tenga un punto diferente a otras cosas que hayas probado.

Pero nadie, absolutamente nadie, hacía presagiar esta circunstancia cuando en el 2014 montaron un ‘club gourmet’ en el chalet de los padres de Abe. Todos los viernes, cuando terminaban sus estudios, iban a comprar los productos con los que experimentaban cada fin de semana en la vivienda familiar. Eran un grupo de dieciséis amigos, todos ellos amantes de la gastronomía, aunque Roberto Rodríguez, actual chef, era el único que por aquel entonces se estaba formando en cocina.

Tras su primer aniversario, La Fragua de Vulcano hace un repaso de su trayectoria y nos desvela sus planes futuros.

A mediados del siglo pasado, el Caribe y el turismo norteamericano hacia la isla de Cuba fueron mucho más que un fenómeno de masas, convirtiéndose en una auténtica fuente de inspiración artística en terrenos como la música, la moda y, por supuesto, el cine. ¿Quién no recuerda los filmes inspirados en La Habana y sus cabarets emblemáticos como Tropicana? ¿O las secuencias en playas de ensueño como Varadero?

La terraza y el comedor del restaurante Oreig simulan ser una barca vieja salida del mar, con el casco despintado por el embate de las olas. "Hemos querido traer el mar a dentro del local", explica Josep Maria Malé, propietario de este negocio que, desde su apertura en verano de 2015, está especializado en cocina japonesa y mediterránea. Precisamente el mar es el gran protagonista de la mayoría de platos que salen de su cocina, tanto los de raíz asiática como los de la carta de proximidad.

Hace más de cuarenta años que Jorge y Pilar Feldman, un matrimonio argentino, abría en Madrid El Cacique, un asador de carnes inspirado en los de su país natal y que rápidamente se hizo un hueco en la capital aprovechando la escasez que en aquellos años había de buenas parrillas para carnívoros, limitadas a algunos asadores vascos y navarros. Durante estas cuatro décadas largas, los Feldman han logrado una clientela muy fiel, que pasa de padres a hijos.

A sus impulsores, Juli Casi y Javier Benítez, vinculados desde hace años al sector de la hostelería, les gusta decir que hacen slow fast food, una cocina rápida, pero sana, delicada y trabajada, que mima mucho el producto.

Su nombre ya nos da una buena idea de lo que vamos a encontrar al llegar a este lugar: una coqueta construcción payesa de piedra, ubicada en plena naturaleza. “Es un entorno idílico para montar un restaurante y empezar desde cero”, asegura Alberto Soldán, propietario de CasaPiedra, quien hace ya siete años que se embarcó en esta aventura.

En pleno centro de Madrid, esta taquería-restaurante ofrece cocina mexicana cargada de guiños al producto y al recetario españoles.

José María Aguilar y su mujer Isabel, abrieron el Naif Madrid Burger&Bar local de aire hípster en el barrio madrileño de Malasaña el 12 de diciembre de 2011, el día de Nuestra Sra. de Guadalupe (el que Isabel sea mejicana, algo tendría que ver para la elección de esta fecha). Anteriormente habían tenido un bar de tapas en la calle del Barco, cuando el barrio todavía no era lo que es hoy.

En la callejuela arrabalera donde encontramos el Cera 23, la Barcelona real parece resistir mejor la creciente gentrificación turística. Estamos a pocas manzanas de una Rambla que ha quedado para poco más que protagonizar canciones de gusto dudoso, pero este rincón es otra cosa. Otro mundo.

Porque la historia de estos dos grandes de la cocina va unida desde el principio. De hecho, han crecido juntos profesionalmente y formado equipo en grandes proyectos como el liderado por el estrellado chef Quique Dacosta en Valencia. Su potencial gastronómico es admirable, al igual que sus ganas de sorprender al comensal.

La de cocina internacional y de fusión, es una etiqueta que se ha utilizado de forma muy extendida pero que no siempre se ajusta a la realidad. En el caso de Nobook, la sorpresa del comensal está garantizada porque en este restaurante se sale de la cocina mediterránea y con pretendida influencia oriental para adentrarse en una experiencia gastronómica a base de sabores, texturas y aromas llegados de Latinoamérica, Asia o el mundo árabe.

A principios de este año que termina abría sus puertas Pink Monkey, un restaurante informal centrado en una cocina de fusión inspirada en ese "street food" tan popular en muchos países de Asia y de América. Detrás del proyecto, Jaime Renedo, un joven cocinero que ya sorprendió en Madrid hace una década cuando con tan sólo 22 años abrió Asiana, un modelo diferente a lo que se había visto hasta aquel momento en la capital.

Primero una visita al museo y después una excelente comida. Este es el reclamo que atrae diariamente a centenares de turistas, tanto valencianos como de cualquier otra parte del mundo, a este edificio que comenzó a rehabilitarse en el 2014 y que hace tan sólo unos meses reabrió sus puertas en Valencia.

Después de haber puesto su primera muesca en Cantabria, con Annua, un prestigioso restaurante que presume de Estrella Michelín; y haber logrado su versión más terrenal con el Nacar, también en la bella localidad marinera de San Vicente de la Barquera, el inquieto Oscar Calleja cierra momentáneamente la trilogía con otro proyecto muy personal, en el que desarrollar su enorme talento como cocinero y como hostelero.

Ubicado en el privilegiado Far de Sant Sebastià (Llafranc, Girona) con unas inmejorables vistas de la Costa Brava encontramos Far Nomo, el último proyecto del Grupo Nomo, con una carta que apuesta por la fusión de la cocina tradicional japonesa y las recetas mediterráneas.

Desde las 8 de la mañana, con una gran variedad de desayunos que cosechan éxitos a diario con un precio de entre 2.50 y 4 euros, un menú de 12 euros a mediodía, meriendas y una carta de cócteles desde el afterwork hasta la madrugada, se puede disfrutar de este nuevo aire sofisticado y moderno que también se ha trasladado a la carta de El Escondite de Villanueva con la premisa de la buena relación calidad-precio. Un local totalmente acorde con las tendencias actuales.

El barrio de Sant Gervasi de Barcelona queda fuera de los circuitos habituales a la hora de salir a comer o cenar. Pero no por ello está carente de buenos restaurantes. Un ejemplo perfecto es el Guana.

La idea original en el momento de su creación fue poner en marcha un local que fuera algo más allá del concepto de la comida en sí misma, conseguir un ambiente donde los comensales se sintieran como en su casa y, además de disfrutar con la calidad y preparación de los platos, pudieran compartir una buena sobremesa.