/ Restaurantes en la costa brava
Paisaje abrupto, olores y sabores marinos, percibo la Mar d’Amunt desde que, hace 34 años, Paco Pérez, se hizo cargo del restaurante fundado por los abuelos de Montse Serra, su esposa y directora de todo, que ha conseguido una gran sala, apoyada por Manel Espinet y Toni Gata. Hoy cuenta con dos estrellas en Llançà y tres más entre Barcelona y Berlín, con lo que es el chef catalán con más estrellas Michelin.
Todo empezó hace tres años cuando la familia Rom compró un chalet a orillas de la playa del Salatá que ha convertido en un restaurante de dos plantas muy luminoso, con privilegiadas vistas al mar y donde predomina la piedra, el hierro y la madera. La planta baja, con capacidad para 45 comensales y un espacio de terraza, abrió el pasado 17 de junio como taberna y de cara al próximo año se inaugurará el restaurante gastronómico en la planta superior.
Una cocina informal, pero de mucha calidad, divertida, pero muy trabajada; con el pescado y los arroces como protagonistas y pensada para compartir en un lugar tan idílico como la playa de Sa Tuna de Begur. Estos son algunos de los rasgos que definen el restaurante Sa Tuna que desde hace solo tres meses dirige Rosa Maria Jubany, miembro de una destacada saga de restauradores y que también está al frente de la Masia del Solà en Monistrol de Calders.
"El producto que entra en casa siempre es de la mejor calidad, es la base de nuestra cocina". Con esta declaración de intenciones, Calsina deja claro de entrada el secreto de su propuesta gastronómica. Calidad máxima y siempre que puede extraída de un entorno de km 0.
La familia Rom, dedicada a la hostelería y propietaria también de dos pequeños hoteles en Roses y del Restaurante Rom, junto al paseo marítimo, ha abierto recientemente en la plaza Catalunya La Bodega, un local de tapas elaboradas que funcionará durante todo el año.
A nueve kilómetros de Roses y siguiendo la carretera que lleva hasta el antiguo restaurante El Bulli de Cala Montjoi (donde actualmente se levanta el nuevo proyecto gastronómico de Ferran Adrià, el BulliFoundation) encontramos otras pequeñas calas alejadas de la masificación turística y con unas vistas espectaculares del privilegiado entorno en que se encuentran. Uno de estos lugares es cala Pelosa, situada al abrigo del cabo Norfeu, a veinte minutos en coche del centro de Roses.
La terraza y el comedor del restaurante Oreig simulan ser una barca vieja salida del mar, con el casco despintado por el embate de las olas. "Hemos querido traer el mar a dentro del local", explica Josep Maria Malé, propietario de este negocio que, desde su apertura en verano de 2015, está especializado en cocina japonesa y mediterránea. Precisamente el mar es el gran protagonista de la mayoría de platos que salen de su cocina, tanto los de raíz asiática como los de la carta de proximidad.
Con sólo 22 años su cocina tiene una chispa difícil de encontrar en chefs de su misma edad. Su paso por la prestigiosa escuela de hostelería Hofmann y compartir fogones con el triestrellado Joan Roca, del Celler de Can Roca de Girona o Fina Puigdevall, de Les Cols de Olot (2 estrellas) han forjado la personalidad culinaria de Víctor, que hace apenas tres meses decidió abrir su propio negocio en el local ocupado anteriormente por el restaurante Bocca.
En verano apetece hacer una escapada al Ampurdán, recorrer las calas de la Costa Brava y comer pescado de calidad.
Aiguablava es una preciosa cala que resume como pocas las características icónicas de la Costa Brava, acantilados y salientes rocosos interrumpidos por menudas extensiones de arena en las que abandonarnos al estado vacacional rodeados de belleza. En el acceso a la playa encontramos Toc al Mar y su terraza-comedor con vistas a la felicidad.
La Costa Brava está llena de lugares magníficos, de rincones encantadores, de atalayas con vistas privilegiadas, de edificaciones medievales que todavía se conservan como testigos de nuestra historia… Pero hay un puñado de lugares que reúnen en sí mismos todas las condiciones mencionadas para convertirse en espacios sublimes.
Durante los 14 años que compartieron cocina con Ferran Adrià en elBulli, Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas, jefes de cocina y pastelero del restaurante, respectivamente, se habían planteado a menudo cómo desarrollar un proyecto en común. La ilusión les corría por las venas y, con el cierre de elBulli y el inicio de la Bulli Foundation, consideraron que era el momento de lanzarse a la aventura.