/ Dulces
El merengue, según el diccionario normativo, es “un dulce, por lo común de forma aovada y de color blanco, hecho con claras de huevo y azúcar y cocido al horno”. Más sencillo y claro, imposible, al menos para los lingüistas. Diferente es para los pasteleros y reposteros, que lo complican un poco más con tres fórmulas para elaborar el merengue: el merengue francés, que es el más básico, el italiano y el suizo, que difieren en algunos ingredientes.
En cocina existen dos grandes maneras de combinar ingredientes: el juego del contraste y su contrario, que consiste en combinar por afinidad. En este caso, utilizamos la segunda opción para mezclar con éxito elementos ácidos como son el fresón y la manzana. Cada uno aporta a nuestro postre una textura distinta. Si la primera es tierna y húmeda, la segunda es crocante y ofrece resistencia al mordisco.
El arroz con leche es postre secular de origen no determinado que hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Reconozcamos que no se trata de un plato muy sutil o sofisticado, por mucho que a algunos nos resulte irresistible.
En la película El Padrino (The Godfather, 1972) Peter Clemenza, uno de los capos de la familia Corleone, le decía a su chófer Rocco, tras asesinar al traidor Paulie: “Leave the gun, take the cannoli” (deja el arma, coge los cannoli).
Los turrones que preparan en la pastelería Uñó de Mataró (Barcelona) son una obra de arte. Y no lo decimos en sentido figurado, porque desde hace 19 años los Uñó convierten el trabajo de un artista local en una pieza comestible. La pastelería, que la familia dirige desde 1967, es una institución de la ciudad y se ha convertido también en una referencia fuera de ella. Y entre sus especialidades, un proyecto único: los turrones de autor.
Dice el tópico que el amor es uno de los más importantes ingredientes que ha de estar presente en una cocina. Supongo que todo es discutible en esta vida y más aún si se ha tenido la suerte de presenciar algunos servicios complicados en una cocina profesional. ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir servicio?
Se dice que los bilbainos nacen donde quieren, pero no ocurre lo mismo con los pasteles bilbainos cuya procedencia es tan rígida que es muy difícil degustarlos fuera de la capital vizcaína. En cuestiones de repostería tradicional son incontables los lugares que fabrican sus propias pastas, tartas o dulces en general y como no podía ser de otra forma, Bilbao tiene sus propias delicias como la Carolina, el Bollo de mantequilla o el Pastel de arroz.
¿Qué será lo que tienen los buñuelos que nos hacen perder el sentido? ¿Será su textura cremosa y esponjosa? ¿Será ese primer mordisco turgente que hinca el diente con pasión para deshacer su pecaminoso relleno en nuestro ávido paladar? Y lo más importante, ¿cómo puede ser un alimento típico de abstinencia en Semana Santa cuando el placer de devorarlo desbarata por completo cualquier propósito de enmienda?
Un amplio escaparate salpicado de piezas de colores, la elegante puerta en tonos grises. Dentro, un espacio multicolor, luminoso y amplio, donde grandes campanas de cristal protegen los delicados objetos de deseo. El local en cuestión, aunque lo parezca, no es una de las distinguidas boutiques de la Rue Montaigne, ni tampoco una exquisita joyería de Place Vendôme, se trata de La Pâtisserie des Rêves, la pastelería del siglo XXI que ha revolucionado París.
En mi barrio gastronómico, durante la Cuaresma, la sabia naturaleza de las gentes y su historia ha sabido compensar ayunos y abstinencias con –entre otras cosas– dulces fritos y contundentes que hacen llorar a Jordi, mi dietista. Un dulce frito, que es como hacer un all-in del póker pero en la partida de la caloría irredenta.