/ Olla podrida

Se aproxima el invierno y el frío de la meseta nos enrojece la nariz cual reno Rudolf. Nos acercamos suplicantes al puesto de castañas albergando la esperanza de que la docena de estos deliciosos frutos caliente nuestras gélidas manos. Sin embargo, no nos engañemos, todos sabemos que lo que realmente nos reconfortaría sería un buen guiso de nuestras madres o abuelas. Uno de esos de toda la vida.

Llegan los fríos y las carnes se nos tensan, las narices se nos hielan y la panza nos pide plato hondo, cuchara grande y el calor del fuego embebido en cocidos y potajes. Me atrevo a afirmar que si de algo sabemos por estas tierras es cómo extraer lo mejor y más sabroso de las viandas en largas cocciones. Sumando esencias a golpe de lento hervor. Es la cocina de la evaporación un recurso valioso que dio de comer a los ricos y pobres, sobre todo a los pobres.