/ Flores

El mundo de las flores comestibles fue una revolución en la alta gastronomía de hace ya unos años. De los prácticos germinados de todo tipo de verduras –ajo, lombarda, rúcula, espárragos, canónigos, albahaca, etc- que tan presentes están en los bares con ciertas pretensiones, pasando por las más exóticas y coloridas flores comestibles, en las decoraciones de los platos más elegantes de la pasarela culinaria son una pieza casi imprescindible por el aporte de color y volumen que aportan por su diversidad en formas y tamaños.

Plantas comestibles hay muchas: el romero, el tomillo, la albahaca, el perejil, el orégano, el apio… En mayor o menor medida, todos tenemos alguna en nuestra cocina; casi siempre envasadas, compradas en el supermercado. Una minoría apuesta por el cultivo y el consumo natural, para aprovechar sus beneficios saludables, además de los gastronómicos: vitaminas, hierro, antioxidantes… Pero al final, todos usamos las mismas.

Hasta hace pocos siglos, la cocina silvestre era la que predominaba en las casas rurales de los pueblos, una cocina que dependía de la flora espontánea y de su recolección in situ. Sin embargo, ahora que el campo ha quedado atrás en pro de la ciudad, hemos olvidado completamente el sabor y los olores de muchas plantas y frutos silvestres.