/ Caldeni

Todo es croqueteable, me dijo mi amigo Xesco hace ya un tiempo. Todo o casi todo, porque los absolutos nos asustan mucho y nos dan un vértigo total. Aunque más allá de la contundencia poética lo cierto es que la gran mayoría de platos y preparaciones son susceptibles del texturizado y posterior rebozado croquetil, croquetero o croquetense. Sobre el origen e historia de estas piezas cremosas y crujientes ya hablamos en una entrada anterior, hoy por tanto nos dedicaremos a recorrer algunas recetas.

La carne se tiene que saber cocer. Hay diferentes tradiciones que denominan de manera distinta los músculos de la vaca adecuados en cada preparación culinaria.

Hace unas décadas nuestro país sucumbió a la comida japonesa, fervor al que luego se sumó el frenesí por los restaurantes asiáticos. Y desde hace unos meses estamos viviendo un auténtica pasión por la carne. Establecimientos para carnívoros que nos hacen descubrir que no sólo hay un solomillo y un entrecot, sino que son muchas las variedades de carne (y sus consiguientes sabores) que pueden saborearse y descubrirse. No hablamos de asadores argentinos, sino de esos restaurantes de toda la vida que están demostrando que la carne es digna de toda una oda poética.