/ Ana lobo

Comemos, paladeamos y saboreamos con el cerebro. Tanto, que una comida copiosa, rica en grasas y azúcares, es a nuestra cabeza lo mismo que una borrachera o una relación sexual. Más aún: el humor, el comportamiento, las depresiones, las ansiedades y hasta los trastornos del sueño, dependen de nuestra alimentación.

Plantas comestibles hay muchas: el romero, el tomillo, la albahaca, el perejil, el orégano, el apio… En mayor o menor medida, todos tenemos alguna en nuestra cocina; casi siempre envasadas, compradas en el supermercado. Una minoría apuesta por el cultivo y el consumo natural, para aprovechar sus beneficios saludables, además de los gastronómicos: vitaminas, hierro, antioxidantes… Pero al final, todos usamos las mismas.

Arrasa. Especialmente en Instagram: es la tendencia a presentar la comida de una forma deseable, sensual, que despierte nuestros sentidos. Casi igual que en publicidad. Aunque en esta última casi nada es lo que parece.  

Paloma Hérnandez trabaja desde hace 14 años maquillando alimentos para publicidad. Sí, maquillándolos. Poniéndolos atractivos. Apetitosos a la vista. Deseables. Así que cuando me hablan de ella, la imagino como la persona perfecta para charlar un rato sobre el #foodporn.

Experimenta desde hace meses un auténtico boom, aunque es una receta tradicional y, mientras nadie diga lo contrario, típicamente asturiana. Se trata del cachopo, una receta que consiste en rellenar dos filetes con jamón y queso y empanarlos. Delicioso. Lo extraño no es que esté de moda, lo raro es que haya tardado tanto.

El brunch, bendito invento. Es la excusa perfecta para levantarte con resaca, tarde, y mezclar sin pudor un café con leche y tu bollo preferido, con unas tostadas con tomate y aceite y, por ejemplo, unos huevos revueltos. Lo que te pida el cuerpo. Si te apetece pastrami, también es bienvenido.

Gastronomía, moda y solidaridad se dan la mano esta noche en Madrid en la segunda edición de Soul Food Nights.