Los detectives clásicos de la novela negra norteamericana, los Sam Spade o Philip Marlowe surgidos de la pluma de Dashiel Hammett y Raymond Chandler, eran más aficionados a la bebida que a la comida, pero los investigadores y policías mediterráneos en esto marcan la diferencia y siempre se las ingenian por encontrar tiempo para interrumpir sus investigaciones y dedicar un par de horas a comer bien: aquí hemos inventado la figura del detective gourmet.