El restaurante ofrece una carta pequeña pero muy bien elaborada que huye de etiquetas.
/ Ibiza
El pregón de la primavera ibicenca llega de la mano de la floración de sus almendros, un evento que anima a multitud de curiosos a pasear por los campos pitiusos para disfrutar de lo que muchos llaman “la otra Ibiza”.
Tras varias semanas de lluvias y una meteorología algo inestable en Ibiza, la mañana del viernes 9 de marzo comenzaba con unos espesos bancos de niebla que daban paso a un sol espléndido, preludio de la gran jornada que nos disponíamos a disfrutar en el Agroturismo Atzaró. Celebrábamos ‘We Are Face Food’, el primer encuentro de chefs, restauradores y marcas premium de Ibiza, patrocinado por Estrella Damm y organizado por la guía gastronómica Face Food Magazine.
El cultivo de higueras y el consumo de higos han estado estrechamente ligados a Ibiza y Formentera durante siglos, hasta el punto de haber sido este fruto vital para la subsistencia de los habitantes de las Pitiusas. Las higueras achatadas y sujetas a varios palos de madera salpican los característicos campos de las islas, brindando un paisaje de enorme belleza.
Con más de 25 siglos de historia, la explotación de la sal en las Pitiusas ha atravesado diferentes etapas a lo largo de los años. Fue durante mucho tiempo la principal industria de la isla, y lo cierto es que la sal ha estado siempre considerada como uno de los grandes tesoros de Ibiza. Conscientes de su gran valor, cada vez son más los restaurantes ibicencos que la emplean no solo para condimentar sus platos, sino también para cocinar algunos pescados autóctonos ‘a la sal’. Es el caso de Tropicana Beach Club, un restaurante donde degustar deliciosas doradas y lubinas cocinadas bajo este método tradicional.
La capacidad de metamorfosearse de los hermanos Adrià es legendaria. Así que cuando se anunció que a principios de veranos comenzaban un proyecto nuevo junto al Cirque du Soleil en el Ibiza Gran Hotel, la propuesta parecía dotada de una lógica interna indiscutible. Porque la isla es el refugio estival de paladares caros y, a menudo, aburridos, así que estimular las papilas gustativas de un cliente frecuentemente ya sobreestimulado no era sencillo.