Hay ocasiones en las que la vorágine del día a día nos tiene tan absorbidos que no somos capaces de discernir más allá de lo que tenemos programado en la agenda. Es más, muchas veces ocurre que pasamos una y otra vez por el mismo sitio sin darnos cuenta de que el lugar tiene mucho más por ofrecer de lo que podríamos llegar a imaginar en un principio. Es lo que sucede con las terrazas de los hoteles, que no todos saben de su existencia ni mucho menos del atractivo que encierran.