Gastronomía y arte: 6 cuadros para alimentar la vista

Gastronomía y arte: 6 cuadros para alimentar la vista
Gastronomía y arte: 6 cuadros para alimentar la vista
Del 3 al 3 Octubre, 2024
Picasso, Dalí o Magritte son algunos de los pintores modernos y contemporáneos más vinculados a las artes culinarias. Seleccionamos algunos de sus cuadros más icónicos para explorar la relación de estos artistas con la gastronomía.

A lo largo de los siglos, las representaciones de lo comestible, ya sea a través de bodegones, retratos de personajes comiendo o escenas de banquetes, han mostrado la pericia técnica de los pintores, al tiempo que estaban cargadas de simbolismo. En la pintura moderna y contemporánea, además, encontramos muchos artistas que utilizan la comida no solo para representar, por ejemplo, la mortalidad humana, sino también para reírse de los totalitarismos, para redescubrir la belleza de lo cotidiano o para desbancar al arte antiguo. Te dejamos con seis artistas y gastrónomos que relacionan como nadie el arte con el acto de comer.

1. Pablo Picasso y el sabor de lo real: Niño con langosta (1941)

La relación de Pablo Picasso con la gastronomía está presente en buena parte su obra, repleta de utensilios culinarios, alimentos y escenas que ocurren en cocinas. La comida tiene también un papel reivindicativo, como demuestra la postura grotesca de este niño que, en plena ocupación nazi de Francia, sostiene un producto tan caro como una langosta como si fuera un sonajero. El artista también inspiró poemas gastronómicos como El paseo de Picasso, de Jacques Prévert, y escribió textos con sentencias tan conocidas como la de “fíjese, en esta naturaleza muerta he puesto un manojo de puerros. Pues bien: lo que me gustaría es que mi lienzo oliera a puerro”. Por otro lado, es interesante resaltar la influencia del pintor en la cocina de Ferrán Adrià, un chef que ha comparado el proceso creativo de Picasso con la creatividad de la cocina contemporánea.

Pablo Picasso y el sabor de lo real: Niño con langosta

© RMN-Grand Palais (Musée national Picasso-Paris) / Jean-Gilles Berizzi © Successió Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2018.

2. Salvador Dalí y el enigma total: La cesta de pan (1945)

“Cocinar y pintar son artes afines”, decía un convencido Salvador Dalí. El pintor surrealista, que de pequeño quería ser cocinero, mostró su pasión gastronómica en muchos de sus cuadros. También se inspiró en alimentos para crear imágenes icónicas: sus famosos relojes blandos, por ejemplo, imitan quesos camembert derritiéndose. Dalí, además, publicó libros como Les dîners de Gala (Las cenas de Gala), con recetas de platos exóticos y litografías con sus comidas favoritas. Pero, si hay un elemento clave en la obra del pintor, ese es sin duda el pan. Símbolo fundamental de la nutrición humana, protagoniza dos de sus obras esenciales: Cesta de pan (1926) y La cesta de pan (1945). El artista de Figueras decía que, si se comparan estas dos obras con esmero, se podría “estudiar toda la historia de la pintura, desde el encanto lineal del primitivismo hasta el hiperesteticismo estereoscópico”. Ahí es nada.

Salvador Dalí y el enigma total: La cesta de pan

© Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres, 2014.

3. René Magritte y el misterio de lo ordinario: El mago. Autorretrato con cuatro brazos (1952)

René Magritte es el creador de algunas de las imágenes más conocidas del siglo XX y el responsable de que el concepto de “manzana” esté tan vinculado a los ordenadores (es por su manzana verde que Paul McCartney nombró Apple Corps a su compañía, nombre que inspiró a Steve Jobs para crear Apple Computer). El pintor belga trató temas como la metamorfosis y la diferencia entre realidad y obra, incidiendo en las incongruencias creadas por el imaginario colectivo. El interesante autoretrato El mago, que recuerda al también surrealista Max Ernst, muestra al artista con alimentos tan comunes como el pan, el vino y la carne, y tiene la particularidad de ser a la vez estático y dinámico, ya que los brazos generan sensación de movimiento. Un conflicto que gustaba al belga, que defendía que todo lo que vemos oculta siempre otra cosa.

 René Magritte y el misterio de lo ordinario: El mago. Autorretrato con cuatro brazos (1952)

4. Antonio López y los alimentos cotidianos: La cena (1971-1980)

Pocas imágenes representan tan bien la cultura de la España de los sesenta como el Conejo desollado sobre un plato Duralex de Antonio López. Inspirado en los alimentos cotidianos, el pintor y escultor no solo otorga protagonismo a ingredientes tan comunes como los huevos, las frutas o la carne, sino que también ha convertido sus neveras en una versión contemporánea del bodegón. La gastronomía es una parte tan importante de la obra de López que el reputado director Víctor Erice rodó un documental sobre cómo el artista pintaba el membrillero de su jardín, titulado El sol del membrillo. La cotidianidad también está presente en obras como La cena, en la que vemos a su hija Carmencita y a su mujer María sentadas en la mesa. Un cuadro que tardó casi diez años en finalizar y que contiene collages en elementos como el filete o la silla, además de referencias a marcas tan populares como Danone y Solares.

Antonio López y los alimentos cotidianos: La cena (1971-1980)

© Colección Carmen López. © Antonio López. VEGAP. Madrid, 2011.

5. Fernando Botero y la degustación del presente: Mujer comiendo una banana (1982)

Bodegones, pícnics al aire libre, primeros planos de naranjas o limones… El boterismo es un estilo muy ligado a la gastronomía. El pintor colombiano, que siempre ha defendido que él no pinta gordos, sino que trabaja con el volumen, utiliza la comida para jugar con el color. De esta manera, elementos como frutas y sopas le permiten conseguir las tonalidades cromáticas más interesantes. Además, Botero puntualiza que él no retrata manzanas sino naranjas y bananas, porque estas son las frutas del trópico. De hecho, la exaltación de lo doméstico es otra de las características de su obra, que aplica una deformación geométrica a todo lo que muestra. Buena muestra de ello es el cuadro Mujer comiendo una banana, donde Botero explora la relación entre vida y muerte bajo grandes contrastes de color: los plátanos simbolizan el pasado, el presente y el futuro. Y el que come la protagonista, claro está, es el presente.

Fernando Botero y la degustación del presente: Mujer comiendo una banana (1982)

6.  Tjalf Sparnay y la belleza de lo ordinario: BMG Fried Egg (2013) 

Megarrealismo y Tjalf Sparnay van de la mano. El pintor holandés convierte elementos tan cotidianos como latas de refresco, hamburguesas, pasteles y botes vacíos de kétchup en los protagonistas de su obra. El gran tamaño de sus cuadros, además, obliga a los espectadores a redescubrir la esencia y la belleza de estos objetos cotidianos, que aparecen en primer plano sin huellas de pinceladas, gracias a un proceso que nos acerca todavía más la fotografía. Los huevos fritos son uno de sus platos fetiche, a los que Sparnay, que también ha escrito poesía, compara con un sol rodeado de nubes. El artista, que no esconde sus referencias a Vermeer y Rembrandt, también señala que su obra aparentemente optimista lleva el vanitas a la modernidad, resaltando así la presencia de la muerte y de la vacuidad de la vida en sus cuadros. La comida como inicio de decadencia.

Tjalf Sparnay y la belleza de lo ordinario: BMG Fried Egg (2013)