Bad Company 1920

Bad Company 1920: La coctelería clandestina que oculta sus tragos en perfumes, hachas y bombillas
Bad Company 1920
Bad Company 1920
18 Octubre, 2021
Abraham Rivera
La segunda temporada de Bad Company es aún más estimulante que la primera. Roman Vilà y Yeray Monforte han creado cócteles inspirados en objetos de figuras históricas, donde el sabor, la historia y el romper con lo establecido es la norma.

La gente se mueve por el exterior de la calle Miguel Moya —muy próxima a la céntrica Gran Vía y la plaza del Callao— sin percibir nada extraño. La puerta de Bad Company 1920 lo único que tiene es una mirilla, cualquiera podría pensar que ahí se aloja más un negocio oscuro que una rica y exuberante coctelería del siglo XXI. “Teníamos muy claro desde el principio que queríamos hacer un speakeasy en Madrid”, comentan a la par Roman Vilà y Yeray Monforte, las dos cabezas visibles de uno de los negocios del buen beber que más ha despuntado tras la pandemia. Tanto el término speakeasy (establecimiento que ofrece bebidas de forma ilegal), como el año que llevan impreso en su nombre, 1920, no son gratuitos. Los dos remiten a la etapa más convulsa del alcohol en los Estados Unidos: La ley seca. 

Monforte y Vilà, dos consumados bartenders, han querido llevar al límite aquellos años —que van de enero de 1920 a diciembre de 1933—, donde había que beber de forma clandestina en oscuros bares. “Nos pareció que podía dar mucho juego trasladar nuestra filosofía de negocio a los años de la prohibición”, continúan explicando. Bad Company abrió hace menos de un año en los sótanos del local contiguo, el restaurante indio Surya. “Todo sucedió en plena pandemia. Los dos trabajábamos en Barcelona. Yeray en Dr Stravinsky, uno de los mejores cocktail bar de la ciudad, y yo tenía varios negocios también relacionados con los cócteles. Pero necesitábamos salir de allí y montar algo en Madrid”, comenta Vilà, un reputado maestro con los números y en hacer viables ideas que podrían parecer locas. 

El concepto que hay detrás de Bad Company no es menor. Todos los tragos que sirven están camuflados en diversos y variopintos objetos. Lo que hace que sus tragos y su forma de comunicar sea tremendamente creativa y, a la par, divertida. “Le hemos querido meter un poco de acting. Para no aburrirnos nosotros y, por qué no decirlo, para ser atractivos al cliente”, apunta Monforte. Detrás de todo esto hay un trabajo exhaustivo, en el que el detalle y el juego son dos de las bazas importantes. En esta nueva temporada que acaban de presentar, las bebidas están unidas por una fina línea que relaciona diferentes personajes de la historia mundial. De Al Capone a Rockefeller, pasando por Marie Curie, Picasso, Bonnie and Clyde o Thomas Eddison. Una suerte de realismo mágico que llega de la manera más insospechada posible. Por ejemplo, para representar al gángster de Chicago han enmascarado el cóctel en una ruleta. Una variación del clásico bloody mary, aquí con tequila, tomate condimentado picante, salsa fermentada de ajo y aceituna negra, más un cordial de oloroso y anchoas.

Bloody Mary Bad Company 1920

En Bad Company se puede beber mucho y bien, y además pasar un buen rato con los amigos. Probando a adivinar sabores, texturas y, por qué no, aprender algo de historia. “Siempre que llega algún grupo de gente nos gusta hablar con ellos y explicarles un poco de donde viene la inspiración de cada cóctel”, aclara Vilà. La boina de los Peaky Blinders (whisky, bitter de cacao, sirope de agua de mar y humo de roble americano), el perfume de Coco Chanel (coñac, agua de azahar, sirope de rosas, destilado de uva y licor de jazmín), la biblia del papa Pio XI (ginebra, aceite de oliva, Campari de tomate cherry y Bonanto con albahaca y queso), la fuente mágica del ilusionista Harry Houdini (ron, hoja de lima kefir, bitter de coco y vermouth de piña) o el motor de Henry Ford. Este último, una combinación que se encuadra dentro del grupo de los cítricos y que resulta muy refrescante al llevar ron, falernum (un sirope dulce) de piña y ginger beer de Fever Tree. 

Las bebidas oscilan entre los siete y los doce euros. Y pueden ser acompañadas por una serie de perritos calientes de autor (nuestro preferido es el de Salmón Guru, en honor a otra de las coctelerías madrileñas más punteras), pollo frito condimentado con una salsa propia hecha con Johnny Walker o aros de cebolla rebozados con salsa César. “Queríamos que la gente pudiera comer con las manos y que no se fuera con el estómago vacío”, remata Monforte. Seguro que no lo harán. Y sino siempre se puede probar uno de esos tragos que crea controversia: la revisión de la paella valenciana en clave líquida. Un trago que es puro umami y que seguro que a más de uno le vuela la cabeza. En Bad Company no dejan indiferente a nadie. 

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